2 || ¿Renunciamos?

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Luego de una breve conversación con mi hermano, tuve que contarle a Sam lo que había sucedido

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Luego de una breve conversación con mi hermano, tuve que contarle a Sam lo que había sucedido.

—Recapitulemos —pidió Sam tomando un poco más de su helado de chocolate—. ¿Me estás diciendo que tu madre te dejó un baúl con un montón de cosas que, por ahora, no sabes que son, además de esta carta preciosa, y no lo vas a abrir? —preguntó. Suspiré y asentí con los labios en forma de una línea.

—Sí, es justo eso —respondí.

—Bueno, entiendo que no te sientas lista, Bee. Sabes que estaré contigo, presente o no, aquí por si necesitas mi apoyo, lo sabes, ¿verdad? —preguntó, sonreí de forma automática, y me lancé a abrazarla.

—Te amo y no sé qué haría sin ti —chillé.

—Lo sé, y yo también. Pero, ¿sabes qué más no harías sin mí? ¡Gritarme en el oído! —gritó de vuelta, yo me eché a reír.

—Qué buena idea tuvo el profesor Wright al unirnos en ese taller de audiovisuales.

Nuestra amistad empezó cuando teníamos poco tiempo como estudiantes de la Universidad de Counterville. Sam pertenecía al club de supervivencia de zombis y yo pasaba casi todo el tiempo en el taller de costura. Por alguna extraña razón del destino, nuestras carreras se unieron en un taller donde teníamos una materia en común; fue ahí cuando el profesor decidió mandarnos como proyecto final un corto con algún tema que no nos gustara, o que resultaba ridículo para nosotros. Él mencionó que era un gran ejercicio mental, ya que muchas veces nos encontraríamos con personas o trabajos que no nos iban a gustar y, aun así, tendríamos que lidiar con ellos.

Aquel día, se me ocurrió una idea. Era un corto sobre un mundo en donde los zombis eran felices; hasta que, por algún motivo; se convertían en humanos, y sus vidas se volvían miserables. A Sam le encantó.

El corto fue un asco, y casi reprobamos, pero nos divertimos tanto, que Sam terminó convirtiéndose en mi mejor amiga.

Incluso le hice un pañuelo bordado con una letra «S», para que lo llevara en el cuello en los campeonatos de supervivencia.

A ella no le gustó, pero lo usaba de todos modos. Yo creo que en el fondo sí le gustaba.

—Entonces, ¿tenemos fiesta el viernes? —preguntó mi amiga.

—No es una fiesta, es una reunión de despedida. Y sí, tenemos fiesta —reí. Tomé un poco más del helado, de verdad estaba delicioso.

—Genial, me compraré algo bonito. Tengo ganas de comprarme ropa. Me lo merezco —dijo Sam. Encogió de hombros y yo le di la razón.

—Sam, no me parece justo que sigas trabajando en The Orb con ese puesto por tanto tiempo. Tu sueño es otro, ¿qué haces ahí? —pregunté, y como si hubiese insultado a su madre, giró a verme con los ojos inyectados en odio y los cerró un poco.

Entre mis recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora