10 || Una serie de eventos desafortunados

2.1K 401 416
                                    

No sabía qué hacer, ni qué decir

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No sabía qué hacer, ni qué decir. Jamás me había encontrado en una situación como aquella. No podía solo decir el típico «lo siento». Era difícil.

Puse mi mano sobre el hombro de Finn, una lágrima cayó por su mejilla, pero no hizo nada por detenerla. La pequeña gota se deslizó por todo su rostro, hasta perderse en su camiseta.

Giré a ver a Woody cuando golpeó un par de veces el suelo, seguía llorando sin cesar.

Se me hizo un nudo en la garganta.

—¡No puede ser! ¡¡No puede ser cierto!! —gritó, todos alrededor giraron a verlo—. ¡¡Son unos ineptos!! ¡No pudieron salvarla! —Señaló a todo el personal.

Volvió a llorar, se levantó y pateó la mesa de recepción.

Me tapé la boca con las manos, quise acercarme para ayudarlo, pero Finn me tomó de la mano. Giré a verlo, aún se encontraba mirando un punto fijo.

No sabía qué hacer.

—Señor, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos. Entiendo su situación, y de corazón, lo lamento. Pero este sigue siendo un lugar de descanso, le pido por favor que...

—¿Qué? —interrumpió—. ¿Qué quieres? ¡Que me calle! —gritó alterado—. Es mi esposa quien acaba de fallecer allí adentro. ¡Ella se mató! ¡¡Acabó con su vida y no pudieron salvarla!! Déjame en paz —dijo enardecido, caminó un poco por el lugar con las manos en la cabeza—. Déjame —susurró entre llantos. Woody se tocó el pecho con un rostro de dolor. Me puse en alerta, presioné la mano de Finn para que reaccionara.

—Finn. ¡¡Finn!! —le grité moviendo su mano. Él me miro sin expresión alguna, y luego giró a ver a su padre, pero no hizo nada al respecto.

La misma enfermera que le había hablado antes, corrió a auxiliar a Woody, y así un grupo de personas lo asistieron también, llevándoselo por una de las puertas que se abrían y cerraban con frecuencia.

Al notar que Finn no se movía, intenté ayudarlo yo misma. Le pedí que se pusiera de pie, fue fácil porque noté que me escuchaba, entonces lo llevé hacia una de las sillas que estaban en la sala de espera.

—Debe ser una broma, ¿Verdad, Bee? —me preguntó de pronto. Yo lo miré, exhalé y negué con la cabeza. Pero él se rio—. No puede ser, digo, hoy en la mañana me preparó el desayuno como hace tiempo no lo hacía. Dejé sus antidepresivos en donde solía sentarse para tomarlos. Se levantó feliz, incluso la vi bailar un poco junto a papá. Seguro que se confundieron de persona —comentó, como si intentara convencerse a sí mismo de ello. —¿Verdad? —Me miró. El nudo en mi garganta no logró desatarse, y cada vez dolía más. Sus palabras, su cara, el miedo en sus ojos. Una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla y la limpié en seguida.

—Finn...

—Sé la respuesta, Bee. Pero no quiero escucharla. Mamá estaba mal, aunque siempre pretendía que nada sucedía —contó sin quitar la vista de mí. Y yo poco a poco, empecé a llorar en silencio—. Ya lo había intentado antes, hace muchos años. Pero fue a terapia, dijo que todo estaba mejor. Ella lo dijo —añadió presionando un poco sus piernas. Me tapé la boca, tratando de que el llanto en forma de sonido no saliese de mí. Quería escucharlo, pero no podía evitarlo—. Ella dijo que todo estaba bien. Lo prometió, Bee.

Entre mis recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora