25 || Vaya noche, y solo es la primera

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—¿Veronica? —dije su nombre con un tono de sorpresa

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—¿Veronica? —dije su nombre con un tono de sorpresa. No me esperaba que la familia de la que había oído pocas veces de su boca, sería la misma que nos alojaría en nuestra estadía en Galí. Sonreí en grande al verla, y más cuando su rostro de confusión se hizo mayor. Su hermana se había lanzado sobre ella para abrazarla y poco a poco fue soltándola, así pudieron caminar hacia nosotros.

—¿Ustedes son los huéspedes que mi padre me ha estado mencionando toda la semana? —cuestionó dejando la maleta justo al lado de su hermana. La pelinegra cruzó los brazos y se detuvo frente a nosotros. —La vida es increíble a veces. Qué mundo tan pequeño.

—Sin duda —respondí con una risilla. Estuvimos en la misma sala de espera, y en el mismo avión, pero no nos cruzamos en ningún momento—. ¿Por qué no me dijiste que viajarías a Galí también?

Veronica se sintió observada por todos los presentes.

—No lo sé, no suelo hablar mucho de mí. Supuse que con decirles que viajaría a ver a mi familia, era suficiente. —Encogió los hombros. Su respuesta fue tan simple como esa. Ella no hablaba mucho de su vida. Casi nunca.

Sin embargo, Alelí parecía contenta con la llegada de su hermana mayor. Era obvio que la quería mucho, y aunque Veronica no era tan expresiva, podía notar que ella también. Veronica no le sonreía a todo el mundo, y mucho menos le aceptaba un abrazo a cualquiera.

Sonreí al verlas, Alelí le comentaba lo feliz que estaba de verla después de tantos meses, también le contó un poco sobre temas familiares que no entendí en el momento. Me faltó un poco de contexto para comprender los chismes que le estaba diciendo. Luca tomó la iniciativa de conversar con nosotros al notar que las hermanas estaban distraídas.

Nos comentó que él nos llevaría al hotel donde nos íbamos a hospedar los primeros días en la ciudad. Quería aprovechar el momento para ver a mi padre, además de descansar del largo viaje. Él acompañaría a las hermanas Robles a hacer unos trámites en la capital, razón por la cual recibieron a Veronica en aquel aeropuerto, y no en el de su propia ciudad.

Todos caminamos juntos al estacionamiento en donde la camioneta de los Robles se encontraba, y fue un camino corto, pero silencioso por nuestra parte. Sin embargo, Alelí se encargó de rellenar aquel vacío con pequeños datos interesantes de los lugares que veíamos por la ventana del auto. El clima se mantenía en un intermedio, no hacía ni mucho frío, ni mucho calor. La ciudad central nos recibió de una buena manera, y yo lo agradecí.

—Uh, voy a cerrar las ventanas un momento —dijo Luca. Presionó los botones que tenía del lado del conductor y de pronto, el auto se mantuvo cerrado. Entrecerré los ojos y alcé la cabeza para saber qué estaba sucediendo. Unos muchachos preguntaban con señas si podían limpiar las ventanas del auto, y, aunque Luca les dijo que no, ellos echaron un poco de agua jabonosa sobre el vidrio—. ¿Algún día aceptarán un no como respuesta? —cuestionó, observando como dejaban la ventana más sucia de lo que estaba, me reí un poco al notar que Alelí se rio también.

Entre mis recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora