Duodécima noche.

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20 de Diciembre de 1998.

Harry sintió cómo el ruido sordo de su alarma resonaba dentro de su cabeza, al igual que en sus oídos. Los párpados le pesaban y sentía cómo un horrible dolor de cabeza hacía que apretara éstos con fuerza.

«Mierda» maldijo para sus adentros mientras deslizaba sus manos fuera de su cobertor y se frotaba las sienes, tratando de calmar el dolor.

Suspiró, mientras desviaba sus manos hasta sus párpados y los frotaba con gentileza.

Tragó la amarga saliva de la mañana y fanfarroneando por el frío, se levantó de la cama. Sus pies calientes hicieron contacto con el frío suelo de mármol, lo que hizo que diera un respingo.

Volvió a suspirar, debido a la gran soledad que comenzaba a sufrir. Vivía solo y en una casa grandísima. No contrataba a nadie para que limpiase, y trataba de pasar los días fuera de su casa, para no tener que sentirse tan desdichado entre esas miles de habitaciones.

Apretando los labios se bajó de la cama y caminó escasos pasos, para desplegar las oscuras cortinas que cubrían su enorme ventanal.

Observó la tormenta de nieve que se avecinaba e inmediatamente pensó en Louis, era día semanal lo que indicaba que su pequeño estaría en su bicicleta, pedaleando y sintiendo el frío del invierno chocar contra sus perfectas y apenas rosadas mejillas.

Mordió su labio inferior y negó suavemente con la cabeza al imaginarle nuevamente. Sus ojos azules, sus labios.

Sus labios eran lo que el rizado más recordaba. Finos, más rojizos de lo normal por el frío, y acercándose hasta los suyos. Sintiendo cómo se removían y seguían un ritmo inaudible.

Y luego el calor arrebatador que experimentó. Cómo sus orejas, mejillas y cuello quemaron. Y cómo no necesitó usar su abrigo de regreso a casa en su auto. Cómo le dolieron las mejillas de tanto sonreír.

Y luego las condenadas lágrimas. El sabor del alcohol siendo absorbido por sus papilas gustativas, las sensaciones que sufrió. El cósmico vómito que dejó en el inodoro.

Y luego el quedarse dormido entre sus propias lágrimas. Harry había bebido hasta embriagarse entre sus propios recuerdos de aquella noche.

Se repetía que tenía que decirle a Louis quién era, pero algo le gritaba que si lo hacía, Louis le odiaría. Se habían besado, lo que significaba que habían llegado lejos. Demasiado lejos como para arruinarlo todo.

Apretando los párpados nuevamente, Harry trató de alejar el dolor y caminó con pereza hasta su baño, donde lavó su cara y cepilló sus dientes. Sus ojos estaban algo hinchados debido al llanto, pero supuso que podría crear una excusa para su mal aspecto.

Con sus pantuflas puestas caminó hasta su cocina, donde se preparó un desayuno y sentó en la mesa, para leer sus mensajes de texto y contestarlos.

Entre muchos de gente que necesitaba una pequeña donación, encontró uno de quien le había robado el corazón hacía bastantes noches. Suspiró, enamorado, y una sonrisa se instaló en sus labios.

Harry relamió éstos, para luego morder el inferior y presionar el botón correspondiente para que el mensaje se abriese. Con cautela y sintiendo que su corazón latía más fuerte, el chico de rizos leyó cada palabra que pudo.

''Salí con un chico. Me llevó a comer y fue todo muy bonito. ¿Pero sabes? Por unos momentos sentí que en lugar de estar con él, estaba contigo. Me pregunto cómo será abrazarte, o incluso besarte. Edward (así se llama él) me trata bien, pero sé que tú podrías tratarme mejor. Esto se está haciendo muy largo, y tengo que ir a trabajar. Espero que tengas un excelente día hoy, Harry. Te quiero, y otra vez, gracias por el teléfono, no debiste''.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora