Tercera noche.

242K 22.9K 57K
                                    

5 de Diciembre de 1998.

Tres días habían pasado desde que Louis habló por última vez con Harry. Todas las noches llamaba a aquella línea suicida, siempre escuchaba una voz diferente, nunca la que él quería.

«¿Lo habrán despedido?, ¿se habrá cansado de contestar llamadas estúpidas de gente estúpida? Necesito oírle. »

En aquellos tres días se sintió el ser más miserable de todo el mundo, y era porque la gente como Louis se enamoraba fácil, porque la gente como él no recibía cumplidos o halagos con frecuencia. Porque había necesitado tanto amor en tanto tiempo, y jamás lo había recibido...Por ende, a la mínima atención o halago recibido,  su ser caía ante los pies de quien fuera el halagador.

Eso era exactamente lo que había pasado aquella primera noche en la que el ojiazul escuchó la ronca voz del tal Harry.

Nadie le trataba de forma tan linda o amable, a excepción del señor Antonelli, por lo que era obvio que se sintiera notablemente necesitado de atención y cariño

Aquella mañana del cinco de diciembre, Louis se levantó, como todas las mañanas y preparó su desayuno, mientras su hermoso gato se frotaba contra sus piernas, alegando que él también quería desayunar.

—Ya voy, gordito —murmuró cariñosamente a pesar del gran sueño que tenía.

Sus ojos azules estaban algo hinchados a causa del llanto, y al mismo tiempo estaban hechos pequeñitos a causa del sueño.

Con lentitud bebió el café y masticó sus galletitas de chocolate, no sin antes darle alimento a su gato. Finalmente el chico de cabellos castaños y notables ojeras, se colocó la ropa de cada día, para luego besar la pequeña cabecilla de su hermoso felino y montarse en su bicicleta.

A la hora del almuerzo pasó exactamente lo mismo que el día anterior. Volvió a casa y saludó al señor Antonelli, quien más tarde golpeó a su puerta para informarle sobre sus ''planes frustrados'':

—Mis nietos dijeron que vendrían a comer, pero ya pasó una hora desde la hora en la que quedamos, y siendo sincero, no creo que vayan a venir. ¿Comemos pasta casera juntos, Lou? —él agradecía al cielo por tener un vecino tan bueno y amable.

Pero maldecía al infierno por haberle pagado de esa forma al señor A con una familia totalmente arrogante y que desvalorizaba de una forma increíble lo buena persona que Stephen Antonelli era.

Por la tarde, la rutina siguió. Louis trató de concentrar su mente dentro de un libro que le habían regalado hacía años, pero no lo lograba. Su mente divagaba y sin darse cuenta acababa con la tarea de volver a leer las mismas oraciones que hacía minutos había leído. Trató de arreglar un poco su habitación, pero al ver que no podía distraerse o dejar de divagar, decidió tomar una siesta.

En la noche, se preparó una humeante taza de chocolate, la cual contenía un pequeño malvavisco dentro, y se sentó en su cómodo sillón junto con Félix, para así mirar su programa favorito; obviamente, a los Looney Tunes.

Era la hora en la que Louis se permitía sonreír como nunca. Él sólo sonreía cuando miraba sus dibujos animados, cuando estaba con su gatito, o cuando estaba con su amigable vecino, el señor A. No porque no quisiera sonreír, o porque fuera un amargado, sino porque muchas veces esas eran las únicas cosas que lograban sacarle una mueca de felicidad sincera...

Las carcajadas se escapaban de sus finos labios, mientras que sus ojos se achinaban de tantas risas. Se veía risueño y lleno de vida

Pero desgraciadamente, y como siempre, lo bueno termina, y el show también lo hizo.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora