Epílogo.

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Harry se aclaró la garganta, para luego soltar un suspiro y arreglarse apenas un poco la camisa. Sus rizos estaban siendo atacados por el leve viento del mediodía.

El día era hermoso, pero sus pensamientos le decían que sería aún más hermoso si estuvieran juntos.

Colocándose los lentes de sol negro, se metió dentro del coche, para comenzar a conducir por la ciudad de London.

La nieve había cedido, como si el propio mundo se hubiese complotado para que todo saliera perfecto. Harry suspiró, mientras aparcaba el auto y salía de éste, para luego comenzar a caminar puertas adentro del cementerio.

Vestía un traje negro, pero llevaba una flor blanca en el bolsillo donde normalmente iría un ''pañuelillo''. Sus zapatos apretaban, no porque le quedaran chicos, sino porque había un peso emocional que hacía que éstos se apretaran contra sus pies e incluso fueran más difíciles de mover que de costumbre.

Él no quería entrar a ese lugar en donde la paz reinaba y el mundo iba a ''ver'' a quienes físicamente se habían ido.

Tras dar unos cortos pasos y apenas adentrarse, algo lo retuvo. No quería, su mente le decía que no, su cuerpo no quería cooperar. Pero se forzó y se mordió los labios cuando sintió ganas de llorar.

El chico de los ojos verdes, los cuales ahora no tenían ni un rastro de brillo por emoción o esperanza, continuó caminando, forzándose a él mismo constantemente.

Justo como la primera vez... como aquella en la que siendo incluso más joven tuvo que afrontar que él era quien debía organizar el funeral de su abuelo.

Harry frunció el ceño, fingiendo estar enojado o consternado, sólo para pretender que no estaba dañado, triste, desgarrado. Suspiró, observando cómo sus piernas se movían torpes por el camino de cemento.

Caminó y caminó, sintiendo el viento remover sus cabellos color chocolate, y por un segundo pensó que nada de lo que había sucedido sucedió.

Por esos escasos segundos Harry pensó que la promesa de un ''¿Y si vamos a tomar un café juntos?'' aún estaba presente para ese día. Y que no estaba yendo a despedir a quien había robado sus suspiros.

Pero el camino hasta el destino se acortó más de lo esperado, y pronto Harry notó que esa promesa, la de ir a tomar un café juntos, a caminar y tomarse de las manos, sólo para despejarse de la monotonía, no podría existir nunca más.

Porque el tiempo había pasado, el café se había enfriado, y las calles estaban demasiado grises como para ser recorridas.

El chico de los tristes ojos verdes y alma robada suspiró, mientras se acercaba hasta el moreno de cabellos negros y ojos un tanto hinchados, para abrazarle y aferrarse a él.

—Lo siento, lo siento, lo siento tantísimo— susurró Hassar mientras le daba fuertes palmadas a la espalda de Harry. —Lo siento— susurró nuevamente, mientras se deslizaba hacia atrás, alejándose y dándole un apretón a su hombro.

Harry simplemente sonrió de lado, mientras negaba y bajaba la mirada.

—Él está bien ahora— fue lo único que dijo mientras levantaba la mirada y volvía a esforzarse para pintar una leve y vaga sonrisa de lado entre sus labios de color sandía.

Los ojos del chico de cabello negro y peinado hacia arriba estaban notablemente hinchados, pero reflejaban sinceridad y dolor, al igual que todos los demás ojos que habitaban el verde césped del cementerio más pagado de Londres.

Y es que Harry había despilfarrado una fortuna en hacer del funeral de Louis el más precioso y especial. Bien sabía que el dinero era lo de menos, porque ya no lo tendría para invertirlo en él, pero por lo menos le daría una merecida despedida.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora