Decimoséptima noche.

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26 de Diciembre de 1998.

La Navidad se había ido hacía unos escasos 15 minutos, pero entre los brazos de Edward, el pequeño y lloroso Louis descansaba, aún con las lágrimas quemándole las mejillas y con el corazón hinchado de dolor.

Edward pasaba sus grandes manos por la pequeña y curvilínea figura de su novio, atrayéndolo a él, asegurándolo contra su pecho, aferrándolo y suplicándole al cielo que no lo alejaran de él jamás.

Aunque quisiera negarlo, Edward también tenía notables huellas de las lágrimas que no le había permitido ver a Louis. Porque en cuanto le tomó en sus brazos y apretó contra su pecho, éstas simplemente surgieron desde lo profundo de su alma.

¿Cómo era posible tanta crueldad en el mundo? ¿Por qué diablos Louis había tenido que ser castigado de esa forma tan asquerosa por ser lo que él era? ¿Acaso el ser homosexual era razón para tan brutal e inhumano castigo? Edward apretó sus párpados, mientras continuaba apretando a un temeroso Louis entre sus fuertes brazos.

El rizado inclinó su cabeza un poco, para dejar un beso en los marrones cabellos de su chico de voz chillona y simplemente comenzó a negar con la cabeza. Él recordaba el día en el que salió del closet con su padre. La aceptación no había sido una opción para su antecesor. Pero en lugar de marginarlo o echarlo de la casa, simplemente rechazó las palabras de su hijo y procuró continuar pensando que Harry era heterosexual.

Cada vez que el chico de ojos verdes llegaba con un muchacho a la casa, su padre sabía qué era lo que estaba pasando, pero se obligaba a pensar que no eran más que ''amigos'' que su hijo traía a casa.

Soltando un suspiro lleno de frustración tomó el rostro de Louis con ambas manos, para elevarlo y atraerlo al suyo. Miró sus ojos azules inyectados de un color rojizo y decidió acercarse más y más, hasta que sus labios se unieron.

Las lágrimas continuaban cayendo por las mejillas de L, pero aún así correspondió el beso. Gimoteando, Louis se separó, para ver el rostro de su novio.

—N-no me tengas asco...Por favor— suplicó.

Edward arrugó la frente incrédulo, ¿asco de qué? ¿Por qué habría de tenerle asco? Lo que él no sabía era que dentro de la mente de Louis un mar de execrables pensamientos le inundaban y ahogaban. Louis no había soltado la verdad, no del todo. Él no había contado los detalles de su sufrimiento, no quería que Edward pensara que era un pobre estúpido abusado sexualmente y maltratado. La idea de ser juzgado por quien él amaba era algo que le resultaba aterrorizante.

Había sido juzgado por su ex-pareja. Había sido maltratado psicológicamente por aquella mierda de persona, y no quería que esa vez fuera igual.

Edward simplemente negó con la cabeza. Aún no podía meterse en la mente el por qué su novio pensaba que él iba a sentirse asqueado

¿Cómo era que podría tenerle asco a ese pequeño de hermosos ojos azules?, ¿tenerle asco porque el destino había sido un bastardo con él? Edward suspiró, mientras observaba los ojos de su pequeño de voz chillona.

El alma le dolía y el pecho se le hinchaba con solo ver el dolor en esos hermosos iris celestes como el cielo. Edward volvió a negar con la cabeza, mientras que sus labios volvían a unirse con delicadeza sobre los de Louis, quien continuaba derramando lágrimas.

El abrazo que se dieron después pareció eterno. Ambos habrían jurado que el tiempo se detuvo para ellos. El chico de los rizos besó incontablemente los labios de Louis.

Intentando alejarle del dolor, intentando quitar con sus besos cada parte del sufrimiento de su novio. Pero éste sabía que aquellos detalles que se negó a contar le cortaban por dentro. Y que haber desempolvado ese oscuro rincón donde sus fantasmas le acosaban no había sido bueno.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora