Séptima noche.

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11 de Diciembre de 1998.

      Harry yacía acostado en su cama, cubierto por grandes y abrigadoras frazadas. El rizado observaba por la ventana cómo la nieve caía desde el cielo hasta formar grandes montañas blancas, cubriendo cada pedacito del verde césped de su jardín.

Suspiró, su estado anímico no era el mejor. Hacía tres días había encontrado a Louis en aquél hospital, y el recuerdo de sus brillantes ojos azules le golpeaba con fuerza a cada segundo.

Louis no había vuelto a llamar a la línea desde esa noche y Harry temía que él hubiese descubierto quién era. Suspiró, mientras se abrigaba hasta el cuello con su gran manta. No planeaba salir de su cama, pero sentía que tenía que hacer algo.

Apenas eran las 10 de la mañana pero al chico de los ojos verdes le gustaba aprovechar cada día al máximo.

Él suspiró, mientras se llevaba las manos hechas puños hasta el rostro para luego frotarse suavemente los ojitos.

Con un bostezo se removió en la cama y después de varios minutos decidió enfrentar el día. Se levantó, sintiendo cómo el duro y frío ambiente del invierno le pegaba y hacía que su piel se erizara.

Buscó entre sus pilas de ropa un par de jeans, una camiseta de mangas largas y por último un hermoso suéter que tenía el detalle de un pequeño gatito negro bordado.

Con pereza se colocó las prendas y caminó hasta su cocina, para prepararse un básico desayuno.

Simplemente eran tostadas con mantequilla y leche con chocolate caliente. Comió, lentamente, degustando y dándole una pequeña fiesta a sus papilas gustativas.

Harry siempre consideraba el hecho de que tendría una larga vida por delante, y que disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como un buen desayuno, era un placer inigualable.

Una vez terminado su desayuno dejó su taza y su pequeño plato para las tostadas en el fregadero, para buscar su bufanda y rodear su cuello, tras esto, Harry se envolvió en un abrigo de color caqui.

Normalmente en London el clima no pasaba de húmedo e inestable, pero parecía que el apocalipsis se asomaba fuera, puesto que estaba nevando y para la sorpresa de muchos, el frío era temible.

Harry caminó por la nieve, con sus botitas marrones puestas. Su piel no tardó en aclararse hasta empalidecer, y su nariz se tintó de un rosa salmón oscuro.

Metió sus manitos dentro de los bolsillos de su abrigo y continuó caminando contra la fría y húmeda nieve.

Caminó y caminó, aún con todo el frío chocando contra sus mejillas y con los pequeños copos de nieve por encima de su cabello. Suspiró, cuando por fin pasó por la puerta de la espaciosa tienda.

Estaba en Enterteiment. Alzó la mirada, buscando al chico de los ojos azules. Tras la última vez que lo vio decidió que Louis ya había tenido suficientes emociones.

Con la perdida de su gato y ahora su vecino en grave estado de salud, él no podía permitirse hacerle saber que él era Harry, el de la voz gruesa y quien esperaba sus llamadas todas las noches.

Suspiró, mientras lentamente caminaba por entre las miles de filas de muebles llenos de vinilos, buscó sus preferidos, porque era hora de que agregara algunos ''bebés'' a su colección.

Con sus dedos aún fríos y tiesos tomó las cajas Kerplunk e Insomaniac, para luego comenzar a caminar entre los muebles llenos de vinilos. El chico de los ojos verdes alzó la cabeza para ver sobre los muebles, pero en realidad Harry no necesitaba hacerlo, él era demasiado alto y podía ver perfectamente, por lo que al darse cuenta se sintió bastante estúpido.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora