🥃4💔

2.7K 429 78
                                    

Bueno, saben que usualmente les mando saludos o buenos deseos antes de empezar un capítulo, pero hoy no puedo.

Ayer en la noche, a mi mamá le salió positivo en covid 19. Y, bueno, nuestra casa es de solo una planta, así que es más que seguro que mi hermano y yo también estamos con el virus. Me da cólera... me da cólera porque nos hemos cuidado demasiado y las únicas veces que mi ma ha salido a lugares con mucha gente ha sido para cobrar la pensión de mi abuelito... Y lo culpo a él de todo... Es un egoísta que le vale exponer a su propia hija con tal de tener su estúpido dinero cuando en su casa no le falta nada. 

Pero, bueno... Tampoco es como que los quisiera abrumar con eso... Solo les pido que se cuiden mucho.

Gracias.

Habían pasado cuatro días desde que Agust llegó a la ruidosa Tokyo, cuatro días buscando a su Omega. No se había detenido ni por cansancio, pues tenía la esperanza de que en cualquier momento se reencontrarían. Sin embargo, sus ánimos fueron decayendo.

Cada noche, luego de vagar por los bares clandestinos, las discotecas exclusivas y los rincones más oscuros de la capital, iba al mismo lugar para beber. Se sentaba en frente de la barra, pedía lo más fuerte de la carta, usualmente ron, y seguía hasta caer en la inconsciencia. Él sabía que ahogar sus penas en alcohol era estúpido, pero le valía, todo le valía.

Sin Kitty su vida se sentía miserable, pese a que, antes de conocerlo, había sido más feliz. Sí, para qué negarlo. Prefería seguir órdenes y atrapar criminales de alta peligrosidad en nombre de la Ley, para eso se había entrenado por varios años. Sin embargo, desde que olfateó esa suculenta fragancia a chocolate blanco y mermelada de fresas, sus ideales y motivaciones habían cambiado.

¿Por qué no ser un poco egoísta? ¿Por qué no elegir el mal si se sentía tan bien? Y no es que ser parte de la Policía Secreta le pareciese completamente noble, sino que estar al lado de un mafioso era peor ante los ojos de la sociedad. ¡Pero qué importaba! ¿Acaso no había dado ya suficiente? ¿Cuándo le tocaría anteponer su felicidad?

Tres, cinco, siete, nueve repeticiones pidió antes de perder el control de su boca. Se puso a balbucear historias sin sentido, causando la risa del Beta que lo atendía y desagrado por parte del gerente.

—Ya debería irse a casa —le dijo en japonés—. El establecimiento no se hará responsable si algo le pasa.

—¿Y ka mi imporrrda? —gritó sin soltar su vaso— ¡Me veda es una merrrda! ¿Oyó? ¡Una merrrda!

—Señor, le pedimos amablemente que se retire o llamaremos a seguridad.

—¡Llaaame a quen quera! —Lanzó el vaso contra el piso, rompiéndolo en cientos de pedacitos— ¡No me imporrrta!

El gerente no tenía intenciones de lidiar con un borracho violento, y menos uno extranjero, esos le daban mala espina. Entonces, salió para llamar a dos Alfa corpulentos, quienes trabajaban para él y seguían sus órdenes al pie de la letra.

—Sáquenlo —les dijo—. Pronto llegará un cliente importante y no necesito a un loco haciendo escándalos.

Los Alfas asintieron, dispuestos a calmar a Agust. Mientras tanto, el gerente llamaba a un taxi, ya que tampoco quería problemas con la Policía Japonesa.

Lo sujetaron de los brazos para intentar levantarlo, pero Agust no quería que lo movieran. Entonces, comenzó a resistirse. Lanzó golpes al aire e intentó patear a los guardias sin pensar en las consecuencias. Tan solo quería que lo dejasen ahí, sufriendo por la falta de su destinado. ¿Acaso estaba mal querer emborracharse para olvidar sus errores?

—¡Señor, deje de ser tan violento! —exigió uno de los guardias— Tan solo queremos subirlo a un taxi.

—¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡Déjenme siufrir aquí!!! —contestó antes de empujarlos con facilidad, como si no fuesen un par de gorilas.

La verdad era que ya nada le importaba. Tan solo quería descargarse, dejar salir toda esa ira que llevaba acumulada en el pecho. No le importaba que lo golpearan, empujaran y humillaran, pues sentía que se lo merecía. No solo era un traidor para su patria, sino también para su Omega. Se consideraba una escoria, basura humana, pero no quería morir. Tan solo necesitaba castigarse. Así, varios golpes se estrellaron contra su cara, su abdomen y sus brazos. Ardían como el infierno, pero los soportaba.

Y seguía, aguantando la sangre que corría por sus labios e ignorando la sensación de una hemorragia interna. Luego, más y más impactos contra su cuerpo lo seguían arrastrando hacia la inconsciencia. Se sentía mareado, todo daba vueltas. Estaba seguro de que en cualquier momento se desmayaría. Sin embargo, una voz conocida lo despertó por unos instantes.

—¡Suéltenlo! —gritó esa voz— Yo me encargaré de él.

Sin duda no era la persona con la que esperaba encontrarse, pero era igual de buena su presencia. Era un paso seguro para encontrar a su amado.

—Killer Prince... —susurró antes de cerrar los ojos.

• CAZANDO A KITTY GANG: el final • [Dki/Yoonmin]Where stories live. Discover now