Capítulo 5. Criaturas marinas

103 6 0
                                    


«El problema de abrir y entregar nuestros corazones, es que nunca sabrás si lo que recibes a cambio es verdad o una total mentira. Al dejar entrar a una persona en nuestras vidas somos expuestos de manera inmediata a las intenciones de esa persona, pero, ¿cómo podemos averiguar si sus intenciones son buenas o malas? Jamás lo podemos anticipar, existen las corazonadas, esas que te advierten que lo qué te están diciendo no encaja, que falta algo más en su historia, que lo qué estás conociendo no es real. ¿Qué es lo que nos lleva a creer en ellos? ¿Por qué nos sentimos mal cuando nuestras alarmas se encienden y nos previene que algo no está bien con esa persona? ¿Por qué nos negamos a pensar negativamente sobre esa persona? Debemos aprender a confiar en nuestros instintos, en nuestra intuición, en nuestras alarmas. Está bien abrir nuestros corazones y entregar nuestra confianza, pero nunca debemos bajar la guardia, nunca dejemos pasar una corazonada, nunca seamos ingenuos en el nombre del amor, porque el amor no duele como si te hubiesen clavado un puñal en medio del pecho, no te hace daño hasta romperte en pedazos, no te miente con la vil intención de manipularte a su conveniencia, de decirte y hacer cualquier cosa hasta lo más bajo, para retenerte o conquistarte. Todas estas reglas aplican para amores y amistades; no podemos adivinar las intenciones del otro, pero sí podemos medir lo que entregamos observando lo que recibimos, y si vale la pena que esa persona siga en nuestras vidas, entonces seguir conociéndola, pero teniendo cuidado. Porque a veces las más grandes mentiras vienen decoradas de todo aquello que anhelamos escuchar, de las frases más dulces que te hacen delirar; un buen amor no necesita fingir nada para darte felicidad». Rose.

Narrado por Vesper

Le había mostrado mi verdadera forma a Rose, en el fondo sentía un gran alivio de que ella no me rechazara cuando le revelé mi verdad. Me atreví a besarla y expresar este deseo que consume mi corazón, me daba mucho miedo por todos aquellos sentimientos que comienzan a nacer en mi interior. Mi dulce escritora, al escuchar su confesión de amor en aquella canción, solo hizo que las barreras que separan a mi mundo del suyo se cayeran a pedazos. Cómo podría amarla sin ponerla en peligro, cómo ella me amaría sin exponerme a ser descubierta cada vez que voy a visitarla, muchas preguntas rondaban mi cabeza esa noche cuando acudí al llamado inoportuno de mi padre, el que interrumpió por desgracia el encuentro tan férvido que tuve con Rose. Al llegar a casa me senté sobre un coral esperando el sermón de mi padre, él vino a mí con su ceño fruncido, bastante irritado.

—Se puede saber, ¿dónde estabas, Vesper?

—Hola, Padre. Lamento la demora, estaba en las rocas pensando y tomándome mi tiempo a solas.

—Ya sabes lo que pienso sobre que vayas a la orilla, te arriesgas demasiado innecesariamente, hay muchos lugares en este océano adonde puedes estar a solas sin que nadie te estorbe, sin correr ningún peligro.

—Sabes bien que amo aquel lugar, me agrada la vista y lo apartado que está de todo.

—Precisamente su lejanía es lo que me preocupa, si algo te sucede no podremos llegar a tiempo para rescatarte.

—Nada me pasará, padre.

—Desde hoy quiero que dejes de ir tan seguido a la orilla, ¿entendiste? De lo contrario, me harás pensar que ocultas algo más, últimamente pasas más tiempo en la superficie que en tu hogar con los tuyos —sentí un poco de temor al escucharlo, no quería que me siguiera y descubriera a Rose, tendría que faltar a mi promesa y dejar de ir unos días para que mi padre dejara de preocuparse tanto.

—No dejaré de ir a mi lugar favorito donde puedo estar tranquila y disfrutar de ese hermoso paisaje, pero tendré consideración sobre tus inquietudes y no iré tan seguido para no exponerme según tu criterio.

La orilla y el marWhere stories live. Discover now