Capítulo 7. Desde mi orilla

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Narrado por Vesper

Desperté sola en la cama y lo segundo que noté después de la ausencia de Rose, fue la pintura hermosa que colgaba en la pared. Era una sirena con su cría sentados sobre una roca y la imagen me pareció tan tierna, como un deseo que palpitaba en el fondo de mi corazón, en los pensamientos que se volvían recurrentes, aquel anhelo de tenerlo todo con mi Rose. Era casi imposible lo sé, pero no quería perder la esperanza, en mi mundo existían formas arcanas para intentar lograr pertenecer a su mundo, o bien, que ella pertenezca al mío.

Recorrí con mi mirada todo el lugar y la encontré en su balcón, tenía puesto lo que ella llamaba ropa para hacer ejercicios y su cabello negro recogido en una coleta. Estaba concentrada haciendo su rutina, sudaba y podía ver cada gota recorrer sus pechos, me quedé observando un poco más su sexy figura la cual contraía y estiraba según la práctica que hacía. Vino a mi mente las escenas de ayer, esa manera tan ardiente de hacerme el amor, sentí mi sexo pulsante y me torturaba deliciosamente mientras la veía desde la cama. Me levanté con cuidado de no perturbarla y caminé acercándome a ella, su balcón tenía una hermosa vista al mar lo cual me hizo recordar toda la situación. No regresé a casa anoche y mi padre debe estar realmente muy alterado buscándome o pensando que me sucedió lo peor, que quizás fui capturada por algún pescador o asesinada.

Rose se percató de mi presencia, se detuvo y me sonrió, entonces comprendí que era lo que realmente deseaba en esta vida larga que llevaban las sirenas. Yo deseaba ver esa sonrisa cada mañana, poder ver sus ojos y las facciones de su cara, deseaba vivir a su lado y que ni el mar ni la orilla nos impidiera amarnos, que nuestras especies no fueran un obstáculo peligroso para adorarnos. Un «Hola» me sacó de mis pensamientos, yo le sonreí de vuelta y la tomé de la cintura para pegarme a ella y darle un beso en sus dulces labios. Me dejaba sin aliento ver el tono rosa en sus mejillas por el esfuerzo y el calor que generaba su actividad, el sudor en su cuerpo, su respiración levemente agitada, sentirla así contra mi cuerpo alteraba mis sentidos.

—Buenos días, humana —la saludé cruzando mis brazos en su cuello, ella me abrazó todavía más a su cuerpo.

—Buenos días, sirena, ¿no te molesta que esté sudada?

—No, para nada. La humedad no es algo que me haga sentir incómoda —mencioné con un deje de picardía en mi voz.

—Ya veo, ¿me estás provocando, señorita?

—Y si así fuera qué, ¿está dando resultados?

—Por supuesto que sí, unos muy buenos resultados. Tú logras mojarme en segundos, nena, y desnuda como estás justo ahora, ¡oh Dios!, eres como una divina aparición, pero me temo que si continúas no vas a salir de esta habitación.

—Créeme, esa es toda mi intención —recorrí con la punta de mi lengua su labio inferior y amé mucho la expresión de excitación total en su rostro. Rose me besó devorando mi boca y guiándome hasta el baño, se desnudó por completo y nos metimos debajo de la ducha, hicimos el amor como nunca. Cada vez que me tomaba superaba la anterior, estaba perdida en su deseo y profundamente enamorada. Cuando salimos de la ducha y de nuestro ritual de amor, me encontré con su libreta que estaba en el suelo, estaba abierta y tenía un dibujo de mí dormida completamente desnuda. Era realmente buena dibujando tanto como escribiendo sus relatos, había capturado perfectamente la imagen, líneas y cada curva de mi cuerpo—. Es muy hermoso el dibujo que hiciste de mí.

—Te dibujé ayer mientras dormías, te veías tan preciosa, tan tranquila, quería capturar ese momento de paz y guardarlo para siempre junto con los recuerdos de nuestra primera vez.

—También me escribiste algo. ¿Me lo leerías, por favor?

—Será un placer leerlo para ti, dice:

La orilla y el marWhere stories live. Discover now