capítulo 26

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Jimin siempre había sido una persona seria y centrada en lo que hacía, sobre todo cuando de trabajo se trataba.

Como cuando trabajaba en el burdel.

Todas esas veces que hombres mayores con extraños fetiches le pedían que vistiera trajes reveladores, que fuera sumiso o grosero, incluso hasta que tomara el control. Jimin no sentía nada con aquellos hombres, no le importaba intentar todas esas cosas hasta que a veces solo trataba de pasar un buen rato y no joderse la cabeza por lo que hacía.

Y aunque algunas veces también odiaba ese tipo de juegos, gracias a todos ellos había descubierto que no era tan santo como él decía ser, ya que luego peticiones de cientos de hombres pidiéndole que los dominara descubrió que no le disgustaba del todo.

Le gustaba tener el control. Y también le gustaba que Jungkook se dejase controlar siempre que quisiese, sin que tuviera que decirle alguna palabra, solo se comunicaban con acciones y miradas.

Tal como en ese momento ambos lo estaban haciendo.

El mayor estaba enojado con Jimin, al igual que frustrado. Jimin era malcriado, era como un niño de cinco años cuando deseaba tener algo y hacía berrinches para conseguirlo, siempre descarado y provocativo, justo como había sido la primera vez que se habían conocido en el burdel. Sabiendo cuales eran los botones exactos que tocar en él.

Y, mierda, aunque Jungkook estuviera enojado y dispuesto a controlar a Jimin y hacerlo postrarse ante él sumiso y receptivo, no podía, no cuando este seguía con el jugueteo y manejaba la situación con superioridad y todas esas palabras sucias susurrándole al oído.

En todo el transcurso del camino Jimin lo había mirado manejar, sonriendo en su interior al ver su mandíbula tensa y sus manos apretando fuertemente el volante. O cuando habían llegado y ni siquiera lo había dejado cerrar la puerta porque ya lo estaba besando y estaba quitando la molesta corbata enredada en el cuello de su camisa.

—Todos se van a preguntar por qué nos fuimos, fuiste demasiado obvio —el azabache gruñó, y Jimin jadeó sobre sus labios con una sonrisa cínica, disfrutando el agarre de este sobre su muñeca, tan fuerte que luego dejaría marcas si no la dejaba. Pero estaba en ventaja ya que tenía a Jungkook acorralado en la pared con una de sus manos deslizando su saco por sus hombros y sus ojos mirándole fijamente.

—Tú lo fuiste. Estabas tan enojado —repasó sus labios por su mejilla hasta llegar a su mentón y morder suavemente—. Yo solo me estaba divirtiendo, y por lo que vi tú también —terminó por decir tanteando el botón del pantalón del mayor. Y no esperó más para pasar sus manos por el cuello de Jungkook y acercarlo a su propio rostro—. ¿Por qué no te quitas los pantalones, bebé? Creo que deberías liberarte un poco —y apenas vio a Jungkook acatar sus órdenes, le felicitó con un beso sobre sus labios por ser obediente.

Y como era de esperarse, Jimin ya había tomado el control total de la situación. Ya no estaba el Jeon Jungkook enojado con ganas de ser duro con su hermosa pareja, solo estaba el Jungkook que se dejaba hacer y disfrutaba de un Jimin dominante y serio, con sus sonrisas de superioridad y sus manos gloriosas siempre en busca de piel que tocar.

Sin despegar sus labios, el menor enredó sus dedos en el cabello de Jungkook y lo encaminó hacia el sofá, dejándolo sentado y él subiendo a su regazo. Terminó por deshacerse de la camisa de su novio mientras este se quitaba sus propios zapatos. Jimin en cambio seguía vestido, con su dolorosa erección cautiva, pero la cual ignoraba y olvidaba por ver a su pareja rendido a sus pies y cumpliendo cada uno de sus deseos.

Solo se dedicó a jadear cuando lo tomó de las caderas y lo impulsó hacia abajo, restregándose contra su pantalón, y disfrutó de la exhaustiva fricción de la tela contra la de su propia ropa interior mientras callaba los suave y dulces gemidos de su menor con un beso.

bonsoir monsieur 丼 kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora