Camila
Unos cómodos brazos me arropaban y brindaban calor a mi desnuda figura. Quise moverme unos centímetros, sin embargo, esa persona tiró con más fuerza de mí. Mi cabeza giraba estrepitosamente, casi no podía abrir los ojos porque me molestaba la claridad que se colaba entre las cortinas y mis músculos dolían deliciosamente. La velada pasada había sido un carnaval de sensaciones supremas. El tener dos amantes parecidos y a la vez diferentes fue una experiencia agradable. No obstante, algo había quedado claro para mí. Amaba a Lauren, sólo a ella. A Shawn lo quería muchísimo, pero sus besos no me hacían débil como los de la ojiverde, ni sus manos acariciaban mi cuerpo como si fuese frágil porcelana, ni sus ojos me transportaban a otro planeta... Separé los párpados con gran esfuerzo, encontrándome en la misma habitación de anoche al lado de Shawn. Dificultosamente pude zafarme de su agarre para localizar a la morena. No había rastro de ella en aquellas cuatro paredes. No podía estar sucediendo otra vez. No de nuevo.
Me vestí lo más rápido que pude y bajé los escalones de dos en dos, tropezando en el penúltimo y cayendo estrepitosamente. Me incorporé de un salto, sin embargo, choqué con alguien. Que sea ella. Repetí en mi mente antes de alzar la vista hacia el otro rostro. La decepción me recibió con un contundente puñetazo. Los orbes cafés de Verónica me analizaron en un lastimoso silencio, como si conociera el hervidero que atravesaba mis ideas en ese momento.
- ¿Dónde está Lauren? - Pregunté con un inquebrantable nudo en mi garganta.
- Se ha ido. - Dijo simplemente.
- ¿A dónde? Por favor, Vero. - Le supliqué, tomándola de la camiseta.
- Lo siento, Mila, ni yo misma sé cuál es su paradero.
- ¿Cómo que no? Si son mejores amigas. - Reproché enojada. - Sí lo sabes, sólo que no quieres decírmelo.
- Estoy siendo honesta, Mila, y aunque lo supiera tampoco te lo diría. No te ofendas. Yo te quiero mucho pero has hecho sufrir a Lolo.
- La amo, Vero. - Confesé entre lágrimas. Ella me abrazó a modo de consuelo.
- Lo único que sé es que está en el aeropuerto. - Barboteó contra mi cabello. Me separé de ella enseguida, buscando la salida. - Espera, Camila.
- ¿Qué pasa ahora?
- Te acompaño.
No apreciaba mi vida. Esa era la explicación razonable al por qué había aceptado el aventón de Verónica. ¿Cómo ella podía seguir viva? En quince minutos estuve al borde de la muerte al menos seis veces. Bueno, serían siete si contaba el casi atropello de una inocente señal de tránsito.
Salí del auto en un segundo y entré a la terminal de pasajeros con el corazón apretado en un puño. Los montones de personas errantes en aquel sitio no ayudaban para nada en mi búsqueda de la chica.
- ¿Desde cuándo corres tan rápido? - Interrogó la latina detrás de mí que tenía las manos apoyadas en sus rodillas para recuperar el aliento. - Bien, ¿por dónde comenzamos?
- Lo mejor es separarnos. - Sugerí, sin desviar la mirada de la marea humana.
- ¿Estás loca, Mila? Este lugar es enorme, podríamos perdernos. ¿Otra idea menos arriesgada?
- Mmm, Dinah me comentó algo de que su universidad favorita era UCLA. Podríamos buscar en los vuelos que parten hacia Los Ángeles, sin dejar descuidado cualquier otro que vaya para California. - Hablé atropelladamente. - ¿Cómo es que no nos habló de sus inscripciones universitarias?
- Estabas más concentrada en follar y "vengarte" de ella... - Su tono fue hosco por primera vez hacia mí. - Que no te preocupaste por sus aspiraciones.
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¿Ella o Yo?
FanfictionLlegó a mi vida cuando tenía nueve años. Para mi décimo cumpleaños éramos mejores amigos. Nuestra amistad marchaba sin problemas, hasta que apreció ella...