Parte 3: Inalcanzable.

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Cuando salí de mi habitación a la mañana siguiente me encontré con un ajetreo inusual para esas horas. Demasiado trajín para mí adormilada noción.

– ¿Qué pasa? –pregunté, apeándome del último escalón.

– Nos vamos de picnic. –contestó mi madre pasando a mi lado como un vendaval.

– ¿De picnic? ¿Quién?

Dinah se paró enfrente de mí y me hizo un gesto negativo con la cabeza.

– Pues todos, Lauren. A menos, claro, que quieras quedarte aquí sola.

– ¿Dónde está Camila?

Dinah me indicó con la cabeza la cocina, y yo me dirigí rauda hacia allí. Apenas podía soportar las ganas que tenía de verla de nuevo. Por el camino me encontré con mi sobrina Cristina, que requirió mi atención y a quien elevé colocándola sobre la cintura.

– Nos vamos de picnic. –me informó algo confusamente.

– Lo sé, pequeña.

Me adentré en la cocina y lo primero que vi fue a mi hermana Ally y a Camila preparando los bocadillos. Charlaban animadamente, incluso parecían estar pasando un buen rato.

– Buenos días. –saludé.

– Vaya, la Bella Durmiente... –contestó mi hermana jocosamente.

Camila rió de su gracia y me guiñó un ojo. Posé a mi sobrina en el suelo y me acerqué a ellas.

– Muy graciosa, Ally. ¿De quién ha sido la estupenda idea de ir de picnic?

– De mamá, como siempre.

– ¿Puedo ayudar en algo? –me ofrecí, sintiéndome con ganas de participar en lo que fuera con tal de estar cerca de Camila.

– Puedes ir envolviendo esto.

– De acuerdo.

Me coloqué a un extremo de la cocina y comencé a liar los bocadillos, primero con una servilleta y luego en papel de platino.

– ¿Aún no ha vuelto papá del pueblo? –pregunté, notando la ausencia de mi progenitor.

– No. Seguramente habrá aprovechado para parar a tomar algo con Troy.

– Te aseguro que le temo al día de mañana.

– ¿Por qué no le dices que no?

– ¿Estás loca? –exclamé. – Sabes que no aceptaría un no por respuesta. Es demasiado tozudo...

– ¿A quién me recuerda...? –dijo mi hermana refiriéndose, por supuesto, a mí.

– También podrías fingir unas repentinas fiebres... –sugirió Camila.

– ¿Y acabar en el hospital? No, gracias.

– Sólo te queda una opción y es ir de pesca mañana.

– Rezaré para que podamos pescar ese maldito sirulo. De esa forma, quizás se le quite esa obsesión. –dije entre dientes.

– Le dará después por cazar ballenas o algo así. –bromeó Ally.

Las tres nos echamos a reír.

– Me encantaría estar allí para verlo. –añadió Camila.

– ¿Quieres venir? –propuse precipitadamente.

Ally dejó su tarea para mirarme bajo un velo de sospecha. Creo que fue el hecho de que yo pareciera tan entusiasmada con algo lo que la hizo observarme con detenimiento. Yo siempre solía ser de las que nunca mostraba apetencia por nada y a decir verdad, eran pocas las veces que la sentía.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora