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Sólo cuatro días después cargábamos el coche familiar para pasar un tiempo en la casa de campo, como mi padre había sugerido. Yo sólo me limité a embarcar algo de ropa, dos libros y un discman portátil, junto con mis cds favoritos, todo ello dentro de la misma bolsa. Mi padre se limitó a preparar con ahínco y cuidado su extenso equipo de pesca, que era lo único que parecía importarle de verdad, mientras que de todo lo demás se ocupaba mi madre.

Mi madre, desde bien temprano, había estado sumida, junto con mi hermana Dinah, a la tarea de llenar el coche de todo tipo de objetos, la mayoría de ellos inservibles para el caso. Siempre pensé que ésa era la manera que tenía de sentirse segura cada vez que salíamos de casa. Me senté en el asiento de atrás del coche, aferrada a mi bolsa de viaje, esperando que pudiéramos poner rumbo a la casa de campo no muy tarde.

Era un viaje muy largo y ya casi llevábamos dos horas de retraso con respecto a la hora con la que habíamos determinado partir. Mi padre decidió seguir mi ejemplo y se acomodó en el asiento del conductor, suspirando. Mientras, mi madre y Dinah seguían entrando y saliendo cargadas con bolsas. Mi padre murmuró algo por lo bajo, que yo supe que era un lamento que no se atrevía a decir en voz alta. Él odiaba esperar y su esposa era consciente de ello.

-Teníamos que habernos ido ya. –me dijo.–. Solos tú y yo. Tu madre y Dinah podrían haber ido mañana con Felipe.

-Ya sabes cómo es mamá.

-Lo sé ahora.. –respondió en tono burlón.– Pero no cuando me casé. -Le sonreí y me permití suspirar también.

-Hace un día espléndido. Según el parte seguirá haciendo buen tiempo durante el resto de la semana.

Hice cuenta mental de que estábamos a lunes, y me pregunté cómo era posible que los meteorólogos pudieran asegurar algo con tantos días de antelación. Seguro que llovía, después de todo.

-Así podrás pescar cuanto quieras.

-Eso será si tu madre se decide a terminar de una vez.

-¡Sé que estáis hablando de mí! –gritó su esposa desde atrás. –. ¡Y hubiéramos salido ya si en vez de estar ahí sentados estuviérais ayudando algo!

-Nosotros ya hemos cumplido con nuestra parte. –respondió mi progenitor.

Mi madre nos dio la espalda indignada. Aún tuvimos que esperar más de media hora, (a mí me pareció que lo hizo a propósito), hasta que por fin se metieron en el coche. Oí que mi padre murmuraba un gracias a Dios y observé que mi madre le regalaba un pellizco en el brazo. Dinah y yo nos miramos y nos echamos a reír.

-Son como niños. –me dijo ella.

Nos pusimos en marcha y al instante bajé del todo la ventanilla para poder sentir el aire en mi cara. Me acerqué más aún y saqué la cabeza al exterior. Esto, desde luego, era una costumbre que mi querida madre odiaba, diciendo que parecía un perro. Sin embargo, a mi me parecía de lo más excitante aún a mis dieciocho años. Ver pasar el paisaje a gran velocidad, sentir el cabello golpeándote la cara, la sensación de que no llega suficiente aire a tus pulmones...

-Lauren. –oí la voz de mi madre, más grave que de costumbre.

Intenté ignorarla, pero su siguiente llamada fue imposible de pasar por alto.

-¡Lauren! –repitió, esta vez con el esperado malestar.

Metí otra vez mi cabeza dentro de las inmediaciones del coche y la miré. Me observó y arrugó la nariz. Supe que debía de ser mis cabellos desordenados y el rubor de mis mejillas lo que le había hecho mirarme con reprobación.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora