XXIV

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Los días siguientes transcurrieron para mí como si fueran irreales. Acudí al sepelio y las esperanzas de encontrar a Lauren allí se esfumaron tan pronto cuando llegué y ella no estaba presente. Creo que necesitaba que compartiera su dolor conmigo para de esa forma yo misma sentirme mejor.

Su madre me informó de que no habían tenido noticias de ella desde aquel día en el hospital y que empezaban a estar muy preocupados. Me pidió además que fuera a verla y quizás que la hiciese entrar en razón. Me extrañó que fuera yo a quien le hubiera encargado tal empresa y no a un miembro de la familia, pero aún así ni siquiera dudé un instante en hacer lo que me pedía.

Al día siguiente me descubrí aporreando su puerta después de tocar varias veces sin obtener respuesta alguna de su parte. Cuando la puerta se abrió y la ví casi pierdo la consciencia al ver su deplorable estado. Era un fantasma de sí misma. Tan lastimoso era, que no se podía tener en pie. La cogí al vuelo y la aferré contra mi cuerpo deseando no tener que liberarla jamás.

Había estado bebiendo durante tres días, sin comer nada, hundiéndose justo donde quería estar: en la nada.

No fueron necesarios segundos pensamientos para decidir ocuparme de ella, cuidarla, devolverle la vida de nuevo si es que estaba en mi mano. Eso ya lo había decidido sin darme cuenta desde el instante que se abrió aquella puerta ante mí.

Rompió a llorar dentro de la bañera, donde yo la había metido sin esfuerzo, después de mirarme a los ojos e intentó tapar su vergüenza, pero se lo impedí haciéndole ver que no había nada de lo que avergonzarse. Le hice prometer no volver a cometer semejante locura y ella accedió a mis deseos. Creo que hubiera accedido a cualquier cosa que yo le hubiese pedido. Lo que no supe era si se debía a su agónico estado o porque aún, después de todo, seguía amándome. Aunque, para ser sincera, no creía mucho en esta última posibilidad.

Se quedó dormida allí mismo, en mis brazos. La observé largo rato sin moverme, absorbiendo su presencia. Parecía tan frágil y tan desamparada que no pude evitar que dos lágrimas salieran de mis ojos. Quería llorar para que ella no tuviera que hacerlo.
Ese día me ocupé de ella lo mejor que pude, incluso le hice la cena. Cuando despertó esa noche seguía teniendo la misma expresión triste y cansada, con unas profundas ojeras bajo sus preciosos ojos. La obligué tomar la sopa que le había preparado y la miré con detenimiento mientras comía.

Ya había notado en el hospital que se había hecho toda una mujer... Una mujer deseable a ojos de cualquiera. Pero había perdido algo que poseía antaño, cierta luz en sus ojos. Imaginé que la muerte de su padre estaba tras toda aquella expresión triste, pero muy pronto descubriría que Lauren era infeliz. Así de simple.

Esa noche me dejó claro con pocas palabras que me despreciaba por haber huído hacía tantos años. Me dolió descubrir que ya no era el objeto de sus deseos ni que no sentía amor por mí. Supuse que el dolor no era por otra cosa que por mi ego herido.

Decidí quedarme en su casa, más que nada por mi propia tranquilidad, no quería arriesgarme a que volviera a las andadas. Allí tumbadas hablamos de varias cosas y ella me preguntó si había alguien en mi vida. Yo no estaba preparada para responder, o quizás no quería hacerlo realmente. En mi vida no había nada más que esporádicas relaciones, relaciones que ya empezaban a hacerme sentir miserable. No quise decirle eso y Lauren lo interpretó como una negativa a compartir mis sentimientos con ella. No la culpé, ni siquiera intenté sacarla de su error...

Ni siquiera sabía por dónde empezar a explicarle ciertas cosas que deseaban ser dichas.

El día siguiente trajo consigo más discusiones a pesar de que quería evitarlas a toda costa. Simplemente le sugerí que debía ir a la lectura del testamento y ella me miró con fiereza, casi pude palpar el odio en sus ojos. Ambas nos dimos cuenta de lo desolada que estaba su alma. Ella estaba luchando contra la nada en una batalla que sabía que perdería, aún así, seguía sin rendirse.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora