Parte 8: Deseo que quema.

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Nos miramos con intensidad. Yo era incapaz de percibir cualquier cosa o sonido que me rodeara, tan sólo absorbía su imagen, con su rostro tintado de un tono rúbeo por la excitación, apoyada contra la pared, con los pantalones sin abotonar y las manos a cada lado. Hasta mis sentidos llegó el aroma de la esencia que inundaba mis dedos y que le pertenecía. Cerré los ojos y me obligué a mantener el equilibrio.

Camila intentó acercarse a mí, pero lo evité alargando una mano hacia ella.

- Acércate... –me ordenó.

Negué con la cabeza sin dejar de mirarla. Ella volvió a tomar la iniciativa y se separó lentamente de la pared. Dio varios pasos tentativos hasta ponerse a mi altura.

- Déjame tocarte... –susurró.

Aún sin decir una palabra, la tomé de una mano y la conduje a mi habitación.

Encendí a luz y cerré la puerta tras de mí. Camila esperaba pacientemente mientras yo asimilaba lo que estaba pasando apoyada sobre la puerta tan sólo unos segundos. Cuando me di la vuelta, vi la misma decisión en sus ojos.

- Desvístete. –dije sin contemplaciones.

Camila alzó una ceja, pero no dijo nada. Supongo que esperaba algo así como que fuera yo quien le quitara la ropa.

La observé mientras ella acataba mi orden. Fue extremadamente cuidadosa con cada uno de sus movimientos. Incluso se deshizo de su ropa interior juguetonamente, logrando con ello que yo comenzara a respirar con algo de dificultad. Permaneció frente a mí completamente desnuda, sin moverse, permitiéndome beber de su visión a placer. La admiré sin prisa, abarcando cada centímetro de su cuerpo.

- Sobre la cama. –volví a ordenar, esta vez con la voz entrecortada. Camila me sonrió levemente y se tumbó boca arriba, expectante.

Fue mi turno entonces. Me desnudé bajo su denso escrutinio. Recordé aquel día de verano en el río. Entonces ella me había mirado con curiosidad. Ahora lo hacía con deleite.

Abandoné mi ropa en el suelo, sobre la de ella y me aproximé a la cama, colocando las rodillas a cada lado suyo, pero sin rozarla en ningún momento. Pude notar que Camila tomaba una inspiración para mucho más tarde expulsarla.

Intentó levantar los brazos para tocarme, pero yo la tomé de las muñecas.

No. –dije.– Ahora mismo soy inalcanzable para ti, como lo has sido tú para mí... - Acto seguido, me estiré hasta alcanzar el cajón de una de las mesillas de noche y saqué un pañuelo de color rojo. Le até las muñecas al cabezal de la cama. Ella ni siquiera murmuró una simple protesta. Sabía que debía ser así y que así se haría. Aseguré el nudo con fuerza y la vi hacer una mueca casi de dolor, pero ningún sonido salió de su boca.

El atarla hizo que su torso se doblara en un casi imperceptible arco, por lo que sus pechos ahora se erguían y los músculos de su estómago se marcaban delicadamente.

No hay palabras para describir la perfección, porque eso es exactamente lo que vi ante mí. Todo en ella parecía haber sido moldeado por un escultor, sus pechos llenos, su vientre plano, el ancho de sus hombros, la línea ósea que delineaba su clavícula... Extendí mi cuerpo y me apoyé sobre las palmas de las manos a ambos lados de su cabeza, sin rozarla. Aún sin moverme un solo ápice, a pesar de que era eso lo que mi cerebro ordenaba una y otra vez que hiciera, tomé su boca despacio, provocándola, disfrutando de la certidumbre de tenerla allí. Ella pareció entender y disfrutar de mi denso escrutinio de su boca, de mi exigüidad de urgencia.

La obligué a abrir las piernas aún más con ayuda de una de mis rodillas y cuando obtuve el espacio suficiente, descendí con lentitud, tomándome mi tiempo, mirando las reacciones que se traslucían en sus ojos. Cuando nuestros cuerpos se tropezaron y sentí su excitación y ella sintió la mía, mezclándose, no pude evitar cerrar los ojos con dolor, pero fue sólo un instante. Dejé que la sensación de sentir sus pechos, su sexo y su piel contra mi cuerpo me inundara. Al abrirlos de nuevo vi la misma tortura reflejada en los de Camila.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora