XXI

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– ¿Qué haces ahí? –me preguntó Alicia con el ceño fruncido cuando me avistó. No sé cuánto tiempo la había estado esperando sentada en las escaleras que daban al rellano de su apartamento. Sólo sabía que después de haber salido del centro comercial, me había dirigido directamente a su edificio.

– ¿Ocurre algo? –volvió a preguntarme.

– No. Sólo te esperaba.

– ¿Has perdido la llave que te di? –inquirió nuevamente.

– No. –me levanté de mi insólito asiento y me acerqué a ella.– Deja que te ayude. – Le tomé una de las bolsas que portaba y esperé hasta que ella abriera la puerta.
Luego me dirigí directamente a la cocina y la deposité sobre la encimera.

– ¿Hubo suerte con las compras? –me preguntó, al tiempo que comenzaba a colocar los víveres que había comprado.

– Sí.

– ¿Qué tal con Ally?

– Muy bien. Deseosa de conocer los detalles de nuestra relación... –bromeé. Se giró hacia mí y me regaló una amplia sonrisa. Luego siguió con su tarea.
Pensé que viéndonos allí, haciendo algo tan simple como mantener una cordial conversación en medio de la cocina, nos hacía parecer como un matrimonio feliz.

– No entiendo como siendo tu hermana aún no te conoce... –dijo, con su cabeza totalmente metida en el refrigerador.

– ¿A qué te refieres?

– Pues a que es imposible sacarte las cosas a menos que tú misma estés dispuesta a revelarlas.

Cogí una de las manzanas que estaban expuestas en el frutero y comencé a roerla.

– Ali... –la llamé quedamente.

– ¿Sí? –abandonó toda labor para darme su plena atención.

– ¿Te importa que no te haya pedido venir conmigo a la boda?

– No. –su respuesta fue clara y rápida. Algo que indicó que sin duda decía la verdad.

– Bien... –murmuré para zanjar el asunto antes de darle otro bocado a la manzana. Pero Alicia siguió mirándome con sospecha y entonces comprendí que para ella las cosas aún no estaban demasiado claras.

– ¿Hay algo que debo saber? ¿Qué es lo que está pasando por esa cabecita tuya? – preguntó medio en broma medio en serio. Creí que era momento de averiguar ciertas cosas.

– ¿Te hago feliz?

– No me haces infeliz, y creo que eso es más importante.

– Me refiero a si...

– Sé a lo que te refieres. –me interrumpió.– Me gustan las cosas como están. Y creo que tú sientes lo mismo.

– De acuerdo.

Hubo un instante de silencio. Alicia volvió a lo que estaba haciendo y yo, por contra, seguí rumiando pensamientos salidos de no sé donde.

– No quiero que pienses que es sólo sexo... –solté de súbito.

Ella se acercó a mí entonces, echándose su larga y morena cabellera hacia atrás.

– Lauren, ¿te has dado cuenta de que cada vez que pasas la tarde con tu hermana te comportas de manera extraña?

– ¿Lo dices en serio? – Asintió con la cabeza.

– ¿Piensas pasar la noche conmigo? –me preguntó, cambiando totalmente de tema, como si aquel para ella no tuviera importancia.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora