XVI

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Sentí el dolor entonces, mientras la sangre salía a borbotones goteando en el suelo. Me cogió la mano para observarla, con expresión dura en el rostro. Con enorme decisión, tiró de mi brazo y me obligó a levantar para llevarme al baño donde me sentó sobre el inodoro.

Abrió el botiquín buscando algo frenéticamente. La vi sacar un desinfectante, mercromina, esparadrapo y vendas. Cosas que depositó en una de las esquinas del lavabo. Se arrodilló frente a mí y me tomó de la mano con inmensa dulzura, apenas rozándomela. Le dio la vuelta para calibrar el tamaño de la lesión en la palma. Extrajo uno de los trozos, el más grande, con sus dedos mientras contenía la respiración.

- ¿Te duele mucho? –me preguntó. Yo negué con la cabeza.

- Necesito unas pinzas para sacarte el más pequeño... –me anunció al tiempo que desaparecía dejándome sola en el baño.

Mientras esperaba su regreso, me dediqué mirar la herida. Aún salía bastante sangre y podía sentir algo extraño metido entre la piel. Camila volvió entonces. Me levantó nuevamente para meterme la mano bajo el agua y aclarar la herida. Una vez hecho esto, me obligó a sentarme en el mismo sitio. Yo parecía una muñeca de trapo, mientras ella me zarandeaba de un lado a otro. La verdad era que en aquellos momentos no me atrevía a rechistar o a quejarme.

Arrodillada frente a mí y completamente entregada a su tarea, Camila intentaba extraerme el cristal. Una punzada de dolor me hizo estremecer. Ella alzó la mirada hacia mí.

- No te muevas. –me dijo con voz dura.

Permanecí todo lo inmóvil que pude mientras ella trataba de sacarlo con unas pinzas de depilar.

- Te juro que a veces no logro entenderte. –me dijo una vez lograda su empresa. Acto seguido me aplicó el desinfectante. Me quejé cuando noté que me escocía. Con enorme gentileza, Camila sopló sobre la herida mientras pasaba el algodón, aliviando así el resquemor.

- ¿Esto es por mí? –me preguntó, cesando en su tarea para mirarme.

- No. –dije simplemente.

En mi interior yo también buscaba las mismas respuestas.

Comenzó a vendarme la mano. Sus largos y bellos dedos trabajando raudos. Una vez que los enfoqué, me vi incapaz de escapar de su visión. Se me olvidó incluso el dolor.

Terminó por poner un trozo de esparadrapo que cortó con los dientes para mantener la gasa en su sitio. Fue entonces cuando flexioné inconscientemente la mano para atraparlos, quería sentirlos. Ella paró en seco, observando ahora sus dedos cubiertos por los míos.

- Si hay algo de ti que me perturbe, son tus manos. Han sido capaces de quitarme el sueño muchas noches... –le confesé.

Con la mano que tenía libre, tracé las líneas que formaban las venas y que surcaban la fina piel del dorso.

- Al igual que tus ojos... –proseguí, comenzando a acariciarle el rostro.– Tu boca, tu voz...

- Lauren... –protestó ella levemente, pronto acallada por mi pulgar sobre sus labios.

"No creo ni por un momento que nadie te haya sabido amar de la forma en que yo te amo. Pero desgraciadamente la felicidad no sólo se obtiene por amar. Quizás el hecho de que siempre me hayas rechazado ha convertido este amor en eterno."

Imaginé que le decía esas palabras, como tantas otras veces. Guardarlas era lo que había hecho hasta ahora, pero nunca parecía llegar el momento adecuado para que ella las oyera. En vez de exponerle mi alma, opté por sonreírle levemente y levantarme de mi insólito asiento.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora