Capítulo 48^

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Brad

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Brad

Prefiere las empanadas de queso y todas estas apenas son de huevo, lo que significa que tendré que esperarme unos minutos más.

Nunca pensé que me vería haciendo todo lo que una mujer me pide.

Tomo el envase con la batida de fresa, los chocolates y camino hasta el auto.

Me hace dejar el trabajo para hacerle mandaditos, quien ha visto.

—¿En qué te has convertido Brad. A?—me veo en el retrovisor y arreglo mi cabello.

Sea lo que sea se siente bien.

Noto el Range Rover negro estacionado frente al edifico donde un sujeto entra.

Bajo y entro al edificio, tomo el ascensor y me doy una mirada nuevamente al espejo.

La puerta del apartamento está media abierta, la luz permanece apagada, busco el interruptor chocando con algo qué hay lanzado sobre el suelo, enciendo la luz y dejo la bolsa con las empanadas sobre el sofá.

¿Qué diablos pasó aquí?

Todo está hecho un desastre.

—¡Anna! —busco el arma tras mi espalda—¿estás aquí?

Camino cuidadosamente por el lugar, las sillas de la mesa están lanzadas por el lugar, con lo que choqué al entrar ha sido el centro de mesa, las puertas del balcón están abiertas pero no alcanzo a verla desde aquí.

Me dirijo directo hacia las habitaciones llegando a la que ya conozco de esquina a esquina, abro la puerta percatándome que no haya nadie, entro con la Beretta al frente, enciendo la luz y veo todo estar igual que la entrada, reviso el baño y salgo terminando de observar todo.

—Aquí no hay nadie—guardo el arma levantando una caja vacía del suelo.

No entiendo que sucede, un robo o las chicas se pelearon.

Busco mi teléfono y la llamo.

Sigo el tono que replica cerca, camino hasta el balcón viendo las huellas de sangre que hay sobre el cristal volviendo a sacar mi Beretta en cuanto empiezo a escuchar las jadeos ahogados.

Salgo buscando algún enemigo, no lo hay, solo ella sobre el suelo con obvia desesperación, escondo el arma y me lanzo hacia dónde está.

—No no no no, mírame, vamos mírame—la tomo entre mis brazos—Anna mírame.

Intento moverla buscando de donde proviene tanta sangre, la luz de su rostro está algo apagada y no entiendo qué ha pasado.

—Brad—dice entre sollozos—Estás aquí.

—Ya estoy aquí corazón—la acerco más a mi pecho buscando el teléfono sin tardar en llamar—No te preocupes, la ayuda ya viene—acaricio su rostro evitando el pensamiento de impotencia que comienza a inundarme—Tranquila no hables.

Conociendo lo prohibido ©️ (Editando)Where stories live. Discover now