Desconozco el nombre de la mayoría de los árboles,
sé de los pinos porque los adornan en navidad
y de los robles porque los mencionan en cada novela.
Pero al resto de árboles los tomo como incógnitas,
al menos hasta que llega mayo,
y entonces todas las ramas florecen,
y aquel árbol deshuesado comienza a llamarse «el árbol de las flores rosadas,
el árbol de las mariposas perdidas,
el árbol que llena las calles con riachuelos de pétalos,
ese que te hace sentir en otra parte»,
los arbustos del edificio pasan a llamarse «las bonitas flores blancas que crecen en manadas,
las que regalamos el día de las madres, el día de los padres, en aquel cumpleaños
o en sabrá dios qué otra celebración oportuna»,
incluso los bosques (y por bosques digo tres o cuatro gigantes que crecen juntos)
obtienen un nombre distinto,
ahora son «aquella bonita arboleda que tanta sombra da» (la misma que rezaremos para que en septiembre se derrumbe con el próximo huracán, porque aceptémoslo, cuando no da sombra nos tapa la vista).
Y quizás eso sea todo, quizás los árboles solo tengan nombre en mayo, en junio y un poco en abril,
quizás todo sea eso,
y por ahora la gente está feliz,
y eso es lo que vale, según ellos,
aunque si somos sinceros, al final alguien tendrá que hacer la pregunta:
¿recordaremos la primavera en los árboles, cuando la primavera se haya marchado?
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CAFÉ SIN AZÚCAR
PoesíaTengo versos que saben a café sin azúcar. Versos rudos y rebeldes como perros con rabia a los que a veces suelto para que muerdan. Tengo versos salados y amargos como el café negro. Versos que gritan. Versos que rompen. Si tienes el valor de acarici...