Más allá del norte

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Al norte, cruzando el océano,
en el camino que trazan las aves
de regreso a casa,
hay una tierra de cuatro estaciones.
En invierno la nieve cae desde las estrellas,
las luces se encienden en cada esquina,
los árboles crecen e iluminan la plaza,
se escuchan las campanas
y el sonido de los villancicos,
y el mar se enternece y duerme.
En primavera los árboles despiertan,
rojo, verde, amarillo, violeta y blanco,
su tierra se tiñe de todos los colores del mundo,
y las personas ríen con la brisa,
y la brisa lleva sus risas hasta el mar,
un mar que escucha en calma.
En verano el sol no quema,
te calienta los huesos,
aleja las alergias,
el pavimento brilla y el cielo se abre,
la nieve se convierte en arena,
las huellas llegan hasta el mar,
y el mar baila para ellos,
y ellos cantan para el mar.
En otoño, al final,
cuando todo se cubre de muerte,
cuando la tierra se abona,
las personas se unen
y juntos se burlan de sus miedos,
y el sol se oculta,
y la luna se alza,
y todo pierde sus colores,
y la gente espera tranquila,
dormitando bajo el sonido de la lluvia,
y el mar,
el mar se tiñe de rojo
y sangra,
y por su sangre
todo vuelve a renacer.
Más allá del ocaso,
donde las estrellas marcan el norte,
hay una tierra de cuatro estaciones,
una tierra de zorros, liebres, gaviotas y cuervos,
una tierra soñada hecha para soñadores,
una tierra perdida y ahogada
de la que ya no me quedan canciones.

CAFÉ SIN AZÚCAR Where stories live. Discover now