CAPÍTULO 164: OCULTAR O MENTIR

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A Phichit le gustaba ayudar a quien lo necesitase, de verdad que sí

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A Phichit le gustaba ayudar a quien lo necesitase, de verdad que sí. Podían creer que estaba harto, que lo hacía por cumplir... pero lo cierto es que odiaba estar de brazos cruzados. Ayudar a la gente era su forma de hacer algo útil, porque en el momento en que se quedaba al margen, se encontraba mal física y moralmente.

¿Por qué darle la espalda a sus amigos, cuando él podía ayudarles? Daba igual si estaba cansado, daba igual si quería dormir. No podía descansar si sabía que un amigo se encontraba en apuros y él podía prestarle una mano o, al menos, un hombro sobre el que llorar.

Por eso, por las mañanas estaba con Yuri y por las tardes, con Víktor. Ayudaba a ambas partes de la pareja con temas muy distintos pero que, al mismo tiempo, eran vitales de una forma u otra. Yuri necesitaba encontrar una solución a su maldición, romper su destino antes de que se lo tragase. Iban a contrarreloj y cada día que pasaba, Phichit se sentía más presionado porque era un día menos en la vida de su mejor amigo; una vida con una fecha límite muy próxima.

Víktor, por su parte, necesitaba desentrañar los secretos de su padre, el antiguo Maestre de los Sombras y que, con suerte, les diese las piezas que faltaban en ese complicado rompecabezas. Con Víktor era cuestión, prácticamente, de salvar el mundo.

Aunque con Yuri tal vez también lo fuese. Al menos, salvar su mundo.

Su amigo fue a su cuarto en Hufflepuff para buscar alguna solución en el libro heredado por Hedga Suter. La difunta profesora de Castelobruxo, quien había sido previamente rompemaldiciones, había ayudado en todo lo posible a Yuri antes de morir. Ahora, su legado era aquel libro escrito por sí misma, donde se encontraban todas las maldiciones habidas y existentes en el mundo.

Pero, obviamente, no había demasiado que hacer con la suya.

—Yuri... No creo que este libro vaya a hacer mucho.

Aprovechaban que la lluvia les había dado tregua para sentarse junto a la ventana de su habitación, ovalada y con unas preciosas cristaleras de diversos colores que dejaban entrar el sol. La habían abierto y habían salido para sentarse en el césped, con la espalda apoyada en la pared, pues los dormitorios de Hufflepuff estaban bajo tierra. Cuando quisieran refugiarse del frío, solo tenían que colarse por el agujero de la ventana.

—Algo debe de haber —repuso su amigo, pegado a su hombro con el libro sobre su regazo. Ojeaba las páginas que sabía que no le darían respuesta, intentando encontrar algo que sí lo hiciese.

—Tu maldición va más allá de esto, Yuri... Ni siquiera es una maldición en sí, nosotros hemos decidido llamarlo así.

—¿Y qué es entonces, Phichit? —Un pequeño tinte de furia asomó a su voz, pero también estaba harto, cansado, asustado—. ¿Una bendición? Yo lo veo como una maldición.

—Pero no vas a encontrar algo que te salve en un Tratado de maleficios, Yuri —le intentó hacer ver Phichit, cogiendo el libro y marchándose al índice. Los tipos de maldiciones se clasificaban según su naturaleza: maleficios, venenos, provocadas por espíritus... Yuri miraba en la parte que se dedicaba a la magia negra, pero tampoco era exactamente así. Era mucho peor—. Creo que deberíamos probar con otra cosa.

Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora