CAPÍTULO 96: LO SIENTO

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—Lo siento.

Esas dos palabras fueron dos disparos secos al corazón de Víktor. Sobre todo por la mirada que le lanzó Yuri: de tristeza, de profundo pesar; de verdadero arrepentimiento. Pero también... también vio algo reflejado en ella, algo que Víktor también quería.

Antes de que Yuri pudiese apartar su mano, Víktor entrelazó sus dedos con fuerza.

—¿Qué quieres decir con eso?

Yuri bajó la mirada, avergonzado, como si no se atreviese a mirarle a los ojos directamente. Víktor insistió tomando su otra mano.

—Yuri— sonó como una orden, pero sólo quería que le mirase, que le explicase...

—Lo siento— repitió, como si fuese lo único que podía decir en ese momento.

Cuando Yuri tiró de su brazo para deshacerse de su agarre, Víktor no le retuvo. Le dejó ir.

—No puedes decir que no sientes nada— susurró, antes de que Yuri diese media vuelta para marcharse. —No puedes mentirme. Lo veo. Lo siento cuando te veo.

Yuri le lanzó una última mirada cargada de sentimiento.

—Lo siento.

No se desapareció. No huyó corriendo. Simplemente, se marchó andando cabizbajo; Víktor vio cómo una lágrima caía solitaria por su mejilla.

Víktor se quedó solo, y la nieve volvió a caer con lentitud, posándose en sus pestañas. Todavía temblaba por los nervios que había sentido al confesarle sus sentimientos, todavía le quemaba el pecho, todavía sentía un nudo en el estómago.

Lo siento.

Sabía por qué lo decía. Sabía a qué se refería. Sabía por qué se disculpaba.

No le parecía justo. Nada le parecía justo en ese momento. No se merecía eso; Yuri no se merecía eso, él mismo no se lo merecía.

Sus lágrimas de impotencia se vieron mezcladas con la nieve derretida al tocar su rostro.

   ~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~❋~  

Yurio no sabía qué hora era, pero era tarde, o tal vez temprano, en la madrugada. Llevaba horas dando vueltas tratando de dormir, pero cada vez que cerraba los ojos...

Me gustas mucho.

Otabek ocupaba su mente aquellos días. Él y todo lo que le había dicho en aquel almacén de escobas. Y cada vez que pensaba en él, se le revolvía el estómago, pero no por asco, como habría ocurrido con cualquier otra persona, sino... por toda la confusión de sentimientos enredados en él. Eran miles de hilos que apretaban su cuerpo entero, sin dejarle comer, ni dormir, y apenas respirar al pensar en Otabek.

Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt