CAPÍTULO 67: ANTIGUOS HECHICEROS

3.5K 416 449
                                    

Yurio volvía a madrugar para salir a correr

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Yurio volvía a madrugar para salir a correr. Últimamente no salía a correr con Víktor ni Katsuki, pues o bien salía el japonés sólo, o bien directamente no salían. En realidad, la mayoría aprovechaban las mañanas para descansar, pues por las tardes entrenaban durante mucho tiempo y, además, cada vez hacía más frío.

Quien sí lo acompañaba era Otabek. El chico era una gran compañía para salir a correr porque no hablaba, y no había cosa que le molestase más a Yurio que hablar con alguien mientras corría. El silencio entre ellos era mucho mejor que cualquier conversación con otra persona.

Pero hacía días que no aguantaban tanto tiempo corriendo: Yurio volvía a sentirse más cansado, como después del ataque en el Bazar, y esta vez había sido por sacar sus alas. Llevaba varios días con esa sensación de fatiga que se iba intensificando, pero intentaba mantenerlo a raya. Por ahora Víktor no parecía haberse dado cuenta, aunque también era verdad que estaba más pendiente del cerdito que de él.

El único que parecía notarlo era Otabek: su amigo lo miraba de reojo cuando resoplaba más de lo normal durante la carrera, o arqueaba una ceja extrañado cuando le pedía parar tras poco tiempo corriendo. Ese día, cuando Yurio se detuvo para coger aire apoyado en un árbol, se atrevió a preguntar.

–¿Estás bien, Yuri?

Él tuvo que respirar hondo un par de veces antes de poder asentir.

–¿Seguro?

Se sentó en el suelo, sobre la escarcha que cubría el césped, pero no le importó el frío: la verdad, se sentía acalorado, casi febril. No le gustaba eso. Cuando le pasó la última vez, lo síntomas se apresuraron mucho: pasó de sentirse algo cansado a completamente débil en pocos minutos.

Otabek se agachó junto a él y apoyó la mano sobre su frente para tomarle la temperatura: Yurio tembló bajo el contacto de Otabek, pero no era por el frío.

–Estoy algo cansado– admitió, bajando la voz: tener tan cerca a Otabek, a cualquier persona, solía ponerlo nervioso.

–¿Es por lo de las alas?

Sorprendido por su suspicacia, alzó los ojos y los cruzó con los de Otabek. No solía mirarlo muy detenidamente a los ojos bajo la luz del sol: Yurio prefería las noches para hablar con él. Pero nunca lo había visto bajo esa luz, con el sol asomando por el este y creando motas doradas en los iris de Otabek.

Vaya, esos ojos eran preciosos.

–¿Cómo lo sabes?

Otabek pareció incluso más preocupado.

–Osea, que es eso.

–No te preocupes, sólo es cansancio– le aseguró Yurio, y para que se lo creyese, se puso en pie. Pero algo falló: la cabeza le dio vueltas y sus rodillas cedieron, pero por suerte Otabek estaba ahí. Le pasó un brazo por debajo de las axilas y, antes de que Yurio pudiese procesar qué estaba ocurriendo, lo alzó, cogiéndole también por debajo de las rodillas.

Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)Where stories live. Discover now