Se avecinaba una tormenta feroz que un león; la lluvia se había transformado en un diluvio imparable, los truenos daban impactantes sonidos como el rugido de un dragón y en la superficie era un suelo mojado con facilidad de revelarse

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Se avecinaba una tormenta feroz que un león; la lluvia se había transformado en un diluvio imparable, los truenos daban impactantes sonidos como el rugido de un dragón y en la superficie era un suelo mojado con facilidad de revelarse.

Me concentré en encontrar un punto alto para evitar la tormenta, y en eso vi una mansión del tamaño de un edificio. Fui decidido en esa dirección, y al llegar, empecé a escalar.

Mi mano derecha sostuvo la pared con fuerza, hice presión para levantar mi pierna, pero al hacerlo, perdí el agarré; mi mano y junto con mi pierna cayeron.

Afortunadamente, no recibí un daño, sin embargo, realicé un plan con más astucia para subir. Encontré un ángulo adecuado para poner mi mano, luego hice fuerzas para levantar mi pie.

Mi agilidad de escalar era parecido a la inteligencia de un gorila y mi persistencia al no caer era igual que el temor de una araña.

Estando unos ocho metros de altura, encontre una terraza para finalizar mi escalada, pero al estirar mi pie izquierdo, realicé un mal movimiento que provocó que decenda hacia al sólido suelo.

La caída que daba, era como si mi alrededor se formará pasará todo rápido ante mis ojos. Sin embargo, no deje que eso sucediera tan pronto. Mis manos hicieron presión para sujetarse con algún objeto. La fortuna me sonrio cuando pude resistir al no descender. Subí tan rápido como pude, y al llegar a la terraza, pude descansar en el piso mojado.

Observaba las palmas de mis manos y evidentemente tenía rasguños menores y heridas marcadas con mi sangre. Di un suspiro de alivio y me levanté del suelo. Entré a la habitación sin previo permiso, y mi gran sorpresa fue encontrar una joven de la misma estatura que yo.

Ella poseía un cabello suelto con rizos dorados y es tan largo que le sobrepasaba hasta los hombros, su rostro era bello y encantador; poseía una piel tan blanca como la leche, y sus labios y ojos eran tan divinos como unas joyas, su vestido era tan precioso con su verde esmeralda y su abrigo negro.

Sin dudas, su belleza definía la perfección de una dama, aunque fuera joven, siendo tan solamente una criatura de diez años, era la niña más hermosa que había visto en mi vida.

Ella me miró con asombro, yo por no causar me fui afuera en la terraza con lentitud, pero luego ella me detuvo con su mano en mi hombro.

—Espera —dijo ella—. Por favor no te vayas cuando aún la lluvia cae —suplicó.

La miré por un momento teniendo la duda sin aún debía estar aquí, mientras ella sólo iluminaba sus ojos por la preocupación de mis prendas.

—Estás empapado, deja que llame a mis sirvientas para que te den una ropa más seca —sugerio con breve voz de amabilidad —. Soy Madison Wells, pero si quieres me puedes decirme Maddie.

Di una breve reverencia para dar un saludo apropiado, luego me presenté —Soy Evan Clifford, puede decirme Evan —finalicé para después poneme firme.

Evan: El Niño Aventurero Where stories live. Discover now