Debo admitir que me impresionó verla en Londres, y más cuando se encuentra al frente de mí

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Debo admitir que me impresionó verla en Londres, y más cuando se encuentra al frente de mí. Ella mostraba alegría con su risitas como si su alivio era por fin terminar de encontrarme, yo, al contrario, mostré frialdad y enojo con mi rostro.

Me sentía molesto porque deje el pasado atrás, no obstante, seguía detrás de mí para atormentar mi felicidad y volver eterno mi dolor.

No tengo ningún odio ante mi familia, y ni siquiera en mi hermana. Pero, no suelo olvidar tales palabras que hicieron que escapara como un cobarde.

«Sólo eres un niño insignificante.»

No ha de tener mi saludo y no ha de tener mi compañía. Todo es colorido ahora, sin embargo, ella lo vuelve gris como si mi negación fuera inaudita.

Me dirigí a otra dirección, le di la espalda y sin decir nada, me alejé de ella. Pero eso no la detuvo; agarró mi brazo con mucha fuerza y me miró a los ojos.

—Una vez te perdí, ahora jamás te dejaré a lado —su voz sonaba igual que una dulce madre, no parecía ser estricta, solamente se preocupa por mí.

—No me importa, no voy a volver —aclaré.

No pareció escuchar, siguió luchando hasta arrastrarme a su camino. Repetía mis rechazos y ella seguía sin acatar mis órdenes. Estaba molesto, no di ninguna palabra y impaciencia marcaba mi frustración.

Íbamos caminando para pedir un chófer que nos dirija a casa. Tenía ganas de no volverla ver jamás, pero su mano mostraba más fuerza que mi voluntad.

Desesperadamente, miraba hacia varios lados para hallar alguien dispuesto que nos guiará a nuestro hogar. Al final ella se rindió y se incorporó en ponerme atención.

— ¿Tienes hambre? —preguntó.

—No —negué aún teniendo enojo hacia Charlotte.

—Quiero que sepas que lo hago por nosotros. ¿No quieres volver?

—En realidad, no quiero. Tú eres una de las razones por la que deseo irme de casa de nuevo.

Soltó un suspiro y dejo de mirarme para demostrar su tristeza en su silencio.

Nos quedamos quietos por un momento, hasta que los trotes de los caballos y las carcajadas de unos muchachos nos hicieron ver atrás para encontrarnos con unos buenos y viejos amigos.

Sonrie como una muestra de saludo, y ellos al mirarme rieron pero quedaron confundidos al ver a mi molesta hermana.

— ¿Podemos ayudarlos en algo? —preguntó David.

—No queremos causar molestias, pero requerimos ir a nuestro hogar urgentemente —respondió Charlotte.

—No se preocupen, sabemos el lugar que queda el Liverpool. Podemos llevarlos sin problemas.

Evan: El Niño Aventurero Where stories live. Discover now