1890

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1890.

Pasaron muchos años y mis muchos viajes al mundo eran los días que transcurrían las manecillas del tiempo.

Un mes después de quedarme en la mansión de mi hermana, cumplí mi promesa y seguí adelante con mis nuevas aventuras fuera de Londres, fuera de Inglaterra. Había recorrido todo Europa, no hubo dificulta para los idiomas porque ya dominaba lenguas universales.

Había visitado lugares precisos: Rusia, Francia, Alemania y hasta incluso Italia; que era más como un paraíso del amor para los turistas. Después de eso, seguí visitando nuevos lugares en el mismo continente.

Y aunque esta información sonará vaga, estando ya fuera de contexto, mi juventud no ha cambiado en las siguientes dos décadas. No sabía mucho sobre este síndrome, hasta incluso el doctor que me había revisado tenía poca información sobre estos casos. Lo que sí sabía era que no hubo ningún cambio en mi cuerpo, solamente en mi mente.

En los días que he recorrido medio Europa, pude conocer todo tipo de personas, algunas eran extrañas por su cultura, otros eran humildes con la educación y formación en sus hogares.

Siempre iba de un lado hacia el otro, pero me tomaba el tiempo de volver a Londres y contarle de mis hazañas a mi familia, incluyendo también a mis queridos sobrinos. Sin embargo, nunca me detuve hasta allí.

Volvía a mi pasatiempo actual con el simple hecho de seguir adelante con visitar nuevos lugares. Siempre volvía a lugares como: Londres, Escocia, Lincoln, Manchester y hasta a incluso regresé Liverpool. Pero jamás me quedé eternamente, eran más como un viaje hacia el pasado.

Un día fui a visitar a mi familia en la mansión de mi hermana. A finales del siglo xix, Charlotte y sus hijos fueron bendecidos. La familia se hizo más grande y las risas no faltaron en la mesa.

Compartí con ellos una preciosa velada inolvidable, no sólo en la mesa, sino que también me involucre en una infancia de los pequeños.

Cuando era hora de irme, me despedí de los más jóvenes hasta los más mayores de la casa. Los últimos en haberme dicho adiós, fueron mis padres y Charlotte. Luego de eso, me dirigí al puerto hacia mi próximo viaje a tierras nuevas.

En abril de 1990, iba ser mi primera vez que iba visitar América. Tenía todo el dinero ahorrado para el viaje, tenía una bolsa amarrada con todas mis prendas allí adentro y por la experiencia que tuve en el mundo exterior, supe como manejar las situaciones de cualquier persona.

Con mi equipaje cargado en mi hombro derecho y con el dinero en la palma de mi mano, no había nada que me impidiera seguir mi viaje hacia lo desconocido, hasta que mis oídos me desviaron de mi camino por un misterio adictivo.

En lo profundo de un rincón alejado del mundo, varias uniones de varios choques se escuchaba por una fuerte conexión de un par de rocas, al menos, era lo que concluía mi cerebro a ciegas.

Evan: El Niño Aventurero Where stories live. Discover now