Recuerdo 4

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Gabriel llegaba al colegio a las 7:00 de la mañana, sostenía su mochila con ambas asas, mirando la acera del suelo al caminar. A pesar de que las clases comenzaban una hora más tarde, él siempre llegaba puntual. Eso lo sabía, pues lo había visto por cuenta propia... En tercero, ¿no? O tal vez en cuarto grado... No lo sé muy bien. Aunque tal vez fue antes...

Puedo admitir eso, ¿no? Que lo vi casualmente un día en el que llegaba temprano.

Y bueno, con los meses aprendí así muchas cosas sobre Gabriel... desde su obsesión por leer libros sobre animales, hasta saber qué lugares le gustaba frecuentar en el colegio. Lugares como la biblioteca, la enfermería y el patio trasero con sus amigos también, justo al lado de los baños de hombres en el patio.

Y era eso.

Jeje, lo sé, sueno un poco raro.

Y sin conocer mi intención, seguía pensando en su actitud fría. Y me encontraba ido en clases, y en casa, y en la calle y donde fuera... Preguntándome por qué motivo él me trataba con tanto desprecio cada vez que intentaba conversar con él.

¿Tal vez era tímido? Me preguntaba lo mismo una y otra vez. Pero no. No podía ser tímido. Lo había visto conversar con otras personas, quejarse con otra gente y reír a carcajadas sin vergüenza. ¿O es que tal vez la gente tímida podía ser así también? Tal vez yo estaba equivocado. Incluso yo me comportaba diferente cada vez que conocía a alguien por primera vez. Y eso, ¿no? Entonces Gabriel era tímido, y yo era tímido también al, a veces, temer acercarme a él.

Aunque... ya más tarde me fue algo- algo inevitable buscar su nombre en Internet... Siendo primero Facelook, luego Finstagram, en Slapchat, en redes de chat, en Tumbk, en Linkdesk, en Concorde... donde fuera, pero no lo encontraba por ningún sitio. Y era curioso, aunque no tanto, pues personas como Nathan también decidían no tener redes sociales que al final no iban a usar.

O tal vez Gabriel no tenía una cuenta con su nombre... Tal vez. Podía ser eso. Pero no estaba seguro.

De igual modo, esa extraña curiosidad que Gabriel me inspiraba me estaba carcomiendo por dentro. Y me entorpecía. Me distraía analizando su manía de rayar hojas de papel mientras el profesor explicaba ecuaciones de segundo grado. Procesando la manera en la que podía lastimar mis sentimientos liberando comentarios hirientes.

Y así fue:

—¿Necesitas ayuda?

—"No".

—Expusiste genial.

—"Ya lo sé".

—Hey, Gabs, ¿no te gusta el clima de hoy?

—"Odio el sol".

Y esas eran sus respuestas, siempre sin mirarme. Incluso esa vez que lo ayudé a levantarse durante las clases de educación física:

—"Gracias" —había dicho, pero luego había soltado mis manos inmediatamente, corriendo de nuevo a intentar saltar el taburete de madera que había impuesto el profesor.

¿Me dolían sus respuestas? Nah... bueno, sí. Pero cada vez que lo hacía, tenía este extraño sentimiento sobre mí: una pizca de complaciencia ante los latidos de mi corazón cada vez que intentaba ayudarlo.

¿Qué era eso? Eso era algo que no podía entender. Y fue justamente en cuarto... ¿Cuarto grado? Sí. Fue allí cuando sentí que las cosas iban cambiando: porque papá se casó en verano, durante las vacaciones antes del último año.

Y llegó este chico... Carlos. Quien no dudó en tomar el apellido de papá lo antes posible.

Y bueno, él era también algo curioso... Para empezar, se enojaba cada vez que lo llamaba por su nombre, y no miraba a la gente directamente a menos que los demás le hablaran. Alzaba la voz cada vez que tenía algo que decir, pero luego callaba. Y cambiaba su actitud dramáticamente cada vez que papá o su madre estaban presentes.

Era algo tímido... Pues al inicio no hablaba tanto, entonces me tocaba a mí ser amable e incitarlo a conversar o reír. Y entonces él también respondía, y con los días tal vez nos acostumbramos a la presencia del otro. Y eso no me molestaba. Muy por fuera de algunos comentarios pasados de tono, Carlos podía ser agradable. A veces grosero, a veces indiscreto, y a veces tosco... pero no molestaba tanto. Al menos no hasta que empezaron las clases.

Nathan, otros amigos y yo, estábamos en la misma clase este último año. Y me sentía feliz por sentido de deber, pues estaba con mis amigos, ¿no?

Bueno, no. En realidad, desde las vacaciones cruzaba los dedos por que ese último año me tocara con Gabriel. Y así, tal vez, finalmente, me ganara su confianza. Pero no, y bueno... Detesto admitir esto, pero ver a Carlos cerca a Gabriel me incomodaba bastante.

Carlos empezó a irritarme: siempre estaba con Gabriel. Y a veces lo tomaba de los hombros toscamente. A veces, cuando yo caminaba de mi salón al baño, veía a Carlos conversando con Gabriel en su aula. Y no estaba cómodo, eso podía asegurar... O quizás no, o tal vez sí. Finalmente no estaba seguro, pues tal vez era solo mi percepción, envidiosa de saber que Carlos se le acercaba sin ningún problema.

Entonces, decidí que era mejor intentar dejar de pensar en ello.

Pero fracasé, jaja...

Eso.

Sentí que algo andaba mal cuando Gabriel se alejó de sus propios amigos. Cuando ya ni lo veía en el patio cerca los baños de hombres, ni en la biblioteca, ni en la enfermería. Solo en las escaleras, lo vi varias veces allí, sentado en esas escaleras al final del pasillo.

A veces, mientras caminaba con amigos, hacía que casualmente pasáramos por allí, y con sigilo, lo veía comiendo galletas saladas en un rincón del descanso de la escaleras. Casi invisible, siempre leyendo.

Y eso era.

Porque yo no sabía que le estaba pasando.

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⏰ Last updated: Jun 01, 2021 ⏰

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Enséñame, GabrielWhere stories live. Discover now