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Daphne tenía un sentimiento peculiar, estaba segura de que ese dolor sería para siempre.

Rachelle le había roto el corazón, y no estaba segura de cómo pensar de ella luego de ello.

Quería odiarla. Quería odiar sus ojos castaños y sus bromas tontas que siempre la hacían reír. Quería olvidar todas esas tardes que iba a buscarla al salir de su trabajo con una bolsa llena de dulces y un café en su mano. Quería dejar de soñar con ella diciéndole que la amaba.

Daphne sabía que Rachelle no la amaba, no románticamente al menos, por eso mismo se odiaba a sí misma por haberse hecho tantas ilusiones y por haberse enamorado de ella. ¿Era tan difícil no dañar su amistad con sus ridículos sentimientos? Al parecer sí lo era.

Daphne no estaba segura de cuando había sucedido, si había pasado cuando estaban en Hogwarts o luego de graduarse, si fue cuando se vio rodeada de sus amigos y sus parejas que se sintió sola y Rachelle lució como un perfecto distractor.

Rachelle era tan... ella, con su sonrisa bromista y su risa escandalosa, con sus palabras tiernas y sus manos gentiles. Daphne se preguntaba cómo habría podido no rendirse ante su toque.

Daphne se descubrió pensando que si Rachelle era una estación, era otoño. Frío pero reconfortante. El otoño era la estación favorita de Daphne.

Amaba el otoño, con sus tonos naranjas, su frío y las hojas caídas de los árboles esparcidas por la calle.

Rachelle era como el aire frío al final del otoño, cubriéndola por completo y haciéndola temblar, amaba ese aire frío, pero lo odiaba al mismo tiempo, sentía lo mismo respecto a ella.

Daphne no tenía ni idea de cómo podría olvidarla después de haber compartido tanto. Habían salido tantas veces mientras sus amigos tenían citas románticas. Nunca se perdonaría que al final de una de esas salidas haya terminado cruzando esa línea que delimitaba una amistad.

Daphne suspiró mientras se sentaba en su cama, llevaba todo el día en ella, pensando en Rachelle mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, deseó simplemente olvidarla, ir a la oficina de un sanador clandestino y pedirle que le apuntara con su varita y con un simple «obliviate» la apartara de su mente, pero no lo hizo. No se puso de pie, tampoco se movió, solo se quedó ahí sentada, existiendo.

Daphne se preguntó que pensarían Elizabeth y Pansy si se enteraran de todo lo que había estado sucediendo a sus espaldas, de todas las veces que se había besado con Rachelle en las cenas que organizaban. Se preguntó que pensaría Draco de verla sufrir por la «amiga estúpida de Henry».

Pensó en decírselos a todos, decirles lo mal que se sentía después de su pequeña aventura con Rachelle, pero no podía. No podía si quería que el grupo de amigos siguiera intacto. No quería que unos tomaran el «bando» de Rachelle y otros el suyo, aunque se preguntó con tristeza si alguno se pondría de su lado.

Elizabeth y Henry no abandonarían de Rachelle, habían sido amigos, probablemente desde que habían comenzado a estudiar en Hogwarts. ¿Quién era ella al lado de ello? Solo la amiga de sus parejas. Y Draco y Pansy... Daphne prefería pensar que no tomarían ningún bando y que se quedarían fuera de eso, era eso o pensar que seguirían el ejemplo de sus parejas.

«Es mejor dejar las cosas como están» Se dijo Daphne con convicción.

Sus manos se aferraron a su cobija y la subió hasta su pecho, apretándola contra él, deseando conseguir un poco de calor de ella. Sus ojos pasearon por su habitación, mirando el suelo de madera y las paredes azules, si se concentraba lo suficiente, juraría que podía ver a Rachelle reírse, apoyada contra la pared y que podía escuchar su voz.

«No puedo ofrecerte más que esto, Daph»

Suspiró y cerró sus ojos, queriendo apartarla de su mente lo antes posible. Pensar en Rachelle era terrible, siempre terminaba más herida que antes, porque sabía que había sido una tonta.

Rachelle no le había prometido las estrellas ni la luna, tampoco la había endulzado con palabras de amor baratas. Ella solita había caído.

Rachelle había sido clara desde el principio, le había dicho que no podía ofrecerle más que sexo casual, Daphne estaba tan ilusionada con ella que no le importó, y lo aceptó, aceptó lo que Rachelle podía darle, y aún no podía dejar de verla.

Soltó otro suspiro y se dejó caer en su cama, rebotando suavemente durante unos segundos. Ella lo sabía.

Daphne sabía que había sido una tonta.

Evermore || Daphne GreengrassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora