8.

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Daphne aporreó la puerta roja frente a ella, esperando a que saliera con quién deseaba hablar.

El clima en ese momento era sombrío, no había mejor palabra para describirlo, las nubes grises cubrían todo el cielo, sin dejar que algún rayo de sol se colara entre ellas, y un viento ligeramente fuerte golpeaba a cualquier cosa sólida que estuviera en su camino, moviendo violentamente las hojas de los árboles y sus ramas más frágiles.

Entonces la puerta roja se abrió, Daphne miró a los ojos azules que la miraban con cansancio.

—Tuve un turno de casi cuarenta y ocho horas en San Mungo, así que espero sea importante. —le dijo Elizabeth, con notable malhumor.

—No vine a verte a ti—dijo bruscamente—. Necesito hablar con Pansy.

Elizabeth se sintió confusa por la brusquedad con la que Daphne le había hablado y por la urgencia en sus ojos.

—Sí... eh, claro, ya la llamo, pasa y...

—No, espero aquí.

Luego de interrumpirle se cruzó de brazos y prefirió mirar las flores del patio, las mismas que había ayudado varias veces a cuidar, dándole consejos a Elizabeth sobre cómo debía regarlas.

— ¿Me buscabas?—Daphne dejó de admirar las flores y volvió su vista a la entrada, encontrándose con la sonrisa de Pansy.

—Renuncio. —soltó de golpe.

Era lo correcto. Era lo que Daphne sentía como correcto. Sabía que si seguía teniendo ese trabajo, seguiría viéndola en el Callejón Diagon, fuera porqué quisiera o por casualidad, ambas tendrían un puesto de trabajo que estaría relativamente cerca del de la otra, y Daphne sabía que si quería sanar tenía que alejarse de ella, doliera lo que doliera.

— ¿Qué?—Pansy perdió su sonrisa y se notaba la confusión en su expresión—. ¿No te pago lo suficiente o los días de descanso...?

—No es nada de eso—Daphne la interrumpió—. Solo quiero... hacer otras cosas, es todo.

Daphne notó que Pansy no se había tragado su mentira para nada, pero no le importó, era una decisión solo suya, y ya la había tomado.

—Tengo que irme—Daphne le sonrió levemente—. Adiós, Pansy.

—Espera, Daphne. —la llamó cuando se dió la vuelta y se alejó, pero Daphne no volteó a verla, siguió caminando hasta que llegó fuera de los límites de la propiedad, entonces se apareció a otro lugar.

Pansy se apoyó contra el marco de la puerta, mirando el lugar en el que antes había estado Daphne.

— ¿Todo está bien, Pansy?—Elizabeth se le acercó después de verla unos segundos sin moverse.

—Supongo.

Pero seguía pensando en qué había hecho que Daphne tomara esa decisión.

★★★

Daphne se paró firme frente a la puerta, por fuera se veía totalmente decidida, pero por dentro... era otra historia, pensaba en qué sucedería una vez Rachelle abriera esa puerta.

Su aliento se volvió tembloroso a medida que alzaba lentamente su mano, entonces la acercó hacia el timbre, acarició el contorno frío con sus dedos, entonces respiró profundamente y lo presionó, escuchando aquel tono parecido a campanas, que le anunciaba a Rachelle que había alguien esperando en su puerta.

Rápidamente metió sus manos en los bolsillos de su abrigo, intentando apartar de su memoria el frío del timbre y buscando algo que hacer con ellas, se distrajo unos segundos viendo el césped descuidado del patio delantero de Rachelle, hasta que la puerta se abrió.

— ¿Daphne?

Tragó saliva, había pensado que contaría más tiempo para aclarar sus ideas, quizás horas, deseaba haber tenido más tiempo, pero ahí estaba Rachelle bajo el marco de la puerta, mirándola atentamente.

—Necesitamos hablar.

Rachelle se hizo a un lado sin preguntar, permitiéndole el paso al interior de la casa, Daphne dudó, pero terminó entrando, caminó a paso lento hacia el sofá color crema que estaba a tan solo pasos de la entrada, tras ella escuchó la puerta cerrarse, pero la ignoró.

La casa estaba igual de sobria y aburrida como siempre, con solo distintos tonos de gris o beige. Daphne opinaba que a la casa de Rachelle le faltaba vida, a veces sentía que un dementor había sido el que hubiera elegido la decoración, y que el dementor esperaba absorber toda la felicidad de cualquier persona que viera el lugar.

— ¿De qué quieres hablar?—preguntó Rachelle una vez ambas se habían sentado en el sofá color crema. Daphne se sintió nerviosa, Rachelle estaba a tan solo centímetros de ella, juraba que si se concentraba lo suficiente podía sentir su aliento contra su piel y el sonido de su respiración.

—Yo...—miró sus ojos cafés y se sintió vulnerable, pequeña e intimidada. Las palabras que había pensado los minutos en los que había estado parada frente a la puerta, desaparecieron, dejándola sin habla y probablemente luciendo como tonta al tener la boca abierta sin que algún sonido saliera de ella.

Rachelle le sonrió levemente y echó hacia atrás un mechón de su cabello rubio que caía sobre su mejilla. Daphne no supo quién se había acercado, pero lo siguiente que notó fue que estaba besando a Rachelle con todo lo que tenía, poniendo sus manos en su cuello para acercarla más, e intentando poner todos sus sentimientos intensos en el beso.

Daphne sabía que se perdería en las manos y esencia de Rachelle Reckwood de nuevo, pero se aseguraría de que fuera la última vez en la que eso sucediera.

★★★

Miró el rostro sereno de Rachelle y le acarició la mejilla con la yema de sus dedos durante unos segundos, hasta que fue capaz de tomar la fuerza suficiente para quitarse la sábana blanca que le cubría cuerpo y para salir de la cama. Recogió su ropa rápidamente y se vistió en cuestión de segundos, apostaba que su cabello estaba hecho un desastre, pero en ese momento no importaba. Buscó en los bolsillos de su abrigo hasta que sus dedos se engancharon al bloc de notas que tenía allí, había sido un regalo de Rachelle cuando le había contado lo difícil que era memorizar los nombres de los clientes, incluso cuando eran habituales.

Tomó un bolígrafo de la mesita de noche de Rachelle y se apoyó en ella para comenzar a escribir lo que esperaba fuera la despedida definitiva a cualquier contacto con Rachelle, su mano se movía rápidamente, plasmando las palabras en el papel, hasta que terminó. Dejó el bloc de notas sobre la mesita de noche, miró rápidamente a Rachelle, captando su rostro sereno y el cabello desordenado que caía sin cuidado en la almohada, rápidamente desvió la vista y suspiró.

Se preguntó en que momento leería Rachelle lo que había escrito para ella. Se preguntó si le dolería perderla. Daphne sacudió la cabeza, no debía pensar en eso, solo lo haría más difícil.

Se contuvo de darle una última mirada a Rachelle, sabiendo que si lo hacía, se arrepentiría, suspiró y salió de la habitación, dejando atrás a Rachelle durmiendo con su nota de despedida sobre su mesita de noche.

Es momento de que piense en mí, Rachelle, así que supongo que debo terminar con esto, por mí y por mi salud mental, espero tengas una buena vida, y te pido que no me busques.

Con amor, Daphne Greengrass.

Daphne lloró durante horas esa noche, pero tenía un sentimiento dentro de ella que le aseguraba que había hecho lo correcto.

Evermore || Daphne GreengrassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora