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Sus encuentros con Rachelle habían disminuido, lo que antes era casi diario, se había reducido a solo una vez por semana, quizás no había terminado todo por completo, pero iba poco a poco, y se sentía orgullosa.

Daphne muchas veces se preguntó por qué no existía el «Personas que no son amadas por las personas con las que se acuestan Anónimos», si había uno para los alcohólicos, ¿por qué no uno para las personas como ella?

Las personas que seguían esperando por un mínimo de afecto de parte de aquella persona.

Daphne sabía que su espera había sido en vano, lo había sido desde antes que comenzara a esperar cualquier cosa de Rachelle, en especial lo que sabía no podría darle.

Rachelle paseaba por su mente todos los días a todas horas, al despertar, antes de dormir, mientras se duchaba, mientras comía. Rachelle vivía en su mente, y Daphne no sabía cómo sacarla de ahí.

Astoria le había dicho que debía ser sincera, pero Daphne no quería serlo, sentía que si le admitía sus sentimientos a Rachelle, perdería más que solo tocar su cuerpo, perdería la confianza que se habían tenido y su amistad.

«¿Confianza y amistad? Según tú, desde que comenzaron con eso ya no han sido las mismas, esa aventura solo las está destruyendo» Le había dicho Astoria cuando le explicó el por qué no podía decirle de sus sentimientos.

Daphne no quería aceptar la realidad de las palabras de Astoria, pero sabía que tenía razón, siempre la tenía.

Rachelle había dejado de comportarse como siempre, había dejado de decirle bromas estúpidas y había dejado de darle sus dulces favoritos, quizás lo último era solo una pequeñez, pero Daphne se había acostumbrado tanto a ello que era... doloroso que ya no lo hiciera.

Daphne ya ni siquiera disfrutaba tanto estar en una misma cama con Rachelle, siempre su mente estaba corriendo, pensando en qué pasaría cuando terminaran, ¿Rachelle se tiraría a su lado a dormir o iría al baño? ¿La trataría con cariño o no? Usualmente la respuesta para la última pregunta era un rotundo no. Rachelle no la trataba con especial cariño después del acto. Daphne a veces se sentía como si solo fuese un juguete para ella.

Se preguntaba constantemente si existiría alguien que la hiciera sentir como Rachelle hacía, si existiría alguien que la amara como Rachelle no hacía. Siempre suspiraba y cerraba los ojos, sin estar segura de si quería saber las respuestas a esas preguntas.

Daphne se sentía adormecida los momentos en los que no pensaba en Rachelle, y los momentos en los que no sentía dolor por ella. Todo lo demás había perdido sentido para ella. Las tardes de juegos en la casa de Elizabeth y Pansy; las meriendas con Draco mientras él esperaba que Henry llegara del trabajo; y las salidas a bares con Rachelle... todo se le hacía tan lejano, como si hubiera ocurrido mil años atrás, en otra vida, como si las personas que protagonizaban sus recuerdos fueran otras que no conocía.

Daphne sabía que no era la misma que había sido antes de comenzar su aventura con Rachelle, sabía que había cambiado, para bien o para mal, y sospechaba que su cambio se inclinaba más hacia la última opción.

Antes de Rachelle no se sentía incómoda en su propia piel, como si tuviera mil hormigas caminando sobre ella, siempre estaba incómoda, como si las manos de Rachelle hubieran activado algo que antes no estaba allí. Antes de Rachelle no tenía que aplicarse tanto maquillaje en el rostro para ocultar sus ojeras. Antes de Rachelle su ropa no le quedaba tan suelta.

Mientras se miraba en el espejo, se preguntaba si Rachelle había notado su cambio al menos durante un segundo, Daphne tenía la sospecha de que sí, y sentía que no le había importado.

La única que la detenía cuando comenzaba a llorar por Rachelle era Astoria, que había decidido quedarse un tiempo indefinido en su casa, hasta que se alejara de «esa estúpida que le hacía daño». Daphne se había quejado al menos mil veces cuando se lo dijo, diciendo que no necesitaba ninguna niñera y que era lo suficientemente mayor para cuidar de sí misma, eso fue hasta que Astoria la obligó a pesarse y descubrieron que estaba unos kilos bajo su peso ideal.

Astoria le preparaba todas las comidas, cocinando la mayor cantidad de calorías y carbohidratos posibles, y sirviéndole la comida en los platos más grandes que podía encontrar, Daphne sospechaba que si seguía aumentando el tamaño de los platos, terminaría sirviéndole directamente en la olla.

Astoria también le decía frases motivadoras todos los días mientras le servía el desayuno. Daphne se encontró pensando que quizás podía ser una... ¿motivadora? una de esas cosas muggles, Daphne no recordaba el nombre exacto.

Además, Astoria había instalado algo muggle llamado internet en su casa, le había conseguido una computadora y un teléfono celular.

—Leí por ahí que los muggles se distraen un montón con éstas cosas—comentó mientras conectaba un montón de cosas a lo que le había dicho antes era una pantalla—. Un poco de distracción te vendrá bien.

Daphne aprendió en menos de una semana a usar un teléfono, pero, desgraciadamente para su hermana, el número de Rachelle había sido el primero en guardar luego de uno de sus encuentros.

—Quiero romper esa cosa a martillazos. —le dijo una vez que la encontró chateando con Rachelle, Daphne fingió no haberla escuchado y siguió hablando con ella, en realidad no estaban más que confirmando cuando se verían, las bromas y charlas sin sentido no existían más desde hacía un buen tiempo.

Pero el propósito de Astoria no se había visto destruido por completo, Daphne sí había encontrado distracción en la computadora, había descubierto un juego llamado «Candy Crush» y se había vuelto adicta a él, jugaba cada vez que podía, distrayéndose por completo de sus pensamientos sobre Rachelle y sus sentimientos no correspondidos.

Mejoraba poco a poco, pero solo había una cosa que la haría mejorar por completo.

Evermore || Daphne GreengrassWhere stories live. Discover now