3.

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Aunque Rachelle había dicho que no sucedería más y aunque Daphne sabía que no debía seguir sucediendo, siguió pasando, en su casa, en la de Rachelle, en varias habitaciones de un hotel muggle, en una de las habitaciones del Caldero Chorreante.

Daphne no estaba segura de cómo sentirse. Amaba a Rachelle, estaba enamorada de ella, pero saber que solo eso podía obtener de ella... dolía.

Dolía saber que Rachelle nunca la querría para más que encuentros secretos. Dolía saber que Rachelle no la amaría. Dolía tanto. Daphne no sabía cómo aún podía seguir con eso.

Su corazón se rompía cada vez que despertaba sola, en especial en su casa, pues Rachelle simplemente se iba, como si lo que habían hecho la noche anterior no tuviera el más mínimo significado para ella. Daphne sentía que para Rachelle ella no significaba nada.

Había dejado de esperarla al salir de trabajar con la bolsa de dulces y el café en su mano, en lugar de eso, directamente la esperaba a dónde fuera que fueran a salir, o en su casa si no iban a salir. Pero no importaba, no importaba si iban a un club o se quedaban en su casa, Daphne sabía que la noche terminaría igual, con las manos de Rachelle acariciando su piel y sus labios en los suyos, o en su cuello, o en cualquier otro sitio de cuerpo.

Daphne se preguntó si Rachelle pensaría en algún momento del día en ella, si anhelaría tanto verla como ella lo hacía. Sabía la respuesta más probable, pero prefería ignorarla.

Aún se arrepentía de lo que había sucedido aquella noche, la noche en la que empezó todo, deseaba despertar la mañana de ese mismo día y detener los sucesos que la habían llevado a eso, pero al mismo tiempo no se arrepentía. Sabía que si tuviera que volver a hacerlo otra vez, probablemente lo haría.

Se arruinaría un millón de veces a sí misma por Rachelle.

Y si Daphne tuviera que pensar en que era lo peor de eso que tenía con Rachelle, no sabría responder. No sabría si era el saber que su corazón se rompía luego de cada noche que pasaban juntas o si era el mentirles a sus amigos a la cara, como aquella vez en casa de Elizabeth y Pansy.

Eran las nueve de la noche aproximadamente, Pansy los había invitado a cenar en su casa y Daphne no había podido negarse, además de que se había vestido lo mejor que había podido, queriendo verse bien para Rachelle, queriendo que la viera más de una vez, aunque Daphne se jurara que esa noche no pasarían a mayores.

Estaban todos en el comedor de la casa de Elizabeth y Pansy, sentados alrededor de la mesa. Draco y Henry tenían sus manos entrelazadas sobre la mesa mientras el rubio trataba con esfuerzo lograr controlar el tenedor con su mano izquierda; Elizabeth estaba al lado de Pansy mientras reía de algo que ésta le decía al oído; y Rachelle... estaba a su lado, comiendo tranquilamente.

Daphne quiso hacer un comentario ingenioso y divertido, como esos que compartían cada vez que los demás estaban muy ocupados con sus parejas, pero nada acudió a su mente esa vez. Era incómodo, como si desconociera a Rachelle, como si fuera una desconocida de la calle, con la que no tenía la confianza para bromear.

Daphne se sentía cada vez menos ella misma a medida que seguía con esa aventura que tenía con Rachelle. Sentía que se perdía, que ya no era ella, que se estaba convirtiendo en alguien más.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando una mano se posó en su pierna desnuda, Daphne miró hacia abajo, encontrándose con la mano izquierda de Rachelle sobre su muslo, mientras acariciaba suavemente la piel con sus dedos.

Tragó saliva, mientras aquella sensación familiar que Rachelle siempre la hacía sentir se esparcía por su cuerpo. Daphne no sabía cómo, tampoco por qué, pero Rachelle erizaba toda su piel y hacía que escalofríos recorrieran su espalda cada vez que la tocaba, y eso sucedía con más frecuencia de la que le gustaría.

Elizabeth dejó de reír y miró a Rachelle y a Daphne con una sonrisa.

— ¿Cómo va todo en la boutique, Daphne? Pansy nunca quiere decirme nada de su trabajo...

—Porque prefiero aprovechar el tiempo besándote. —la interrumpió la ojiverde e hizo un puchero.

Daphne sintió un leve asco por la demostración de afecto, pero al mismo tiempo apareció un sentimiento de envidia en ella. Sabía por qué, ella quería que Rachelle la tratara así, que fuera una estúpida cursi con ella como Pansy lo era con Elizabeth.

—Y... Rachelle—Elizabeth sonrió volteando a verla—. Daphne y tú salen muy seguido, ¿no hay ningún sentimiento por ahí?

Daphne se atragantó con su comida y comenzó a toser, mientras Rachelle apartaba su mano de su muslo para darle palmadas en la espalda.

—No hay nada entre nosotras. —respondió Rachelle una vez que Daphne ya había dejado de toser. La miró unos segundos, pero Rachelle miraba a Elizabeth fijamente, como si ella no existiera o fuera parte de la decoración. Odió que Rachelle pudiera hacerla sentir tan insignificante delante de todos y odió no poder decir nada al respecto.

Alzó la mirada, encontrándose con los ojos azules de Elizabeth mirándola fijamente, esperando que ella hablara.

—No hay nada entre nosotras—repitió las palabras de Rachelle, que suspiró con alivio a su lado—. Que tú y Pansy se hayan enamorado mientras eran amigas, no significa que a todo el mundo le pase. —dijo con amargura, casi escupiendo las palabras. Elizabeth pareció sorprendida.

—No me enamoré de Pansy cuando éramos amigas. —se defendió.

—Sí, sabemos que te morías por ella desde que la viste—dijo Draco con aburrimiento—. ¿Y si mejor hablamos de que Henry y yo nos vamos a casar?

—Llevas diciéndolo desde que te lo propuso, por favor, cállate. —pidió Rachelle con una sonrisa, en otro caso y en otro lugar, Daphne le habría dado la razón y habría reído, pero no en ese momento.

No cuando se sentía tan insignificante al lado de Rachelle, sabiendo que para ella no era más que una de sus aventuras semanales o de una noche.

La cena continuó, con palabras vacías por su parte, bromas de Rachelle hacia las dos parejas del lugar, Draco defendiendo a Henry de cada una de sus bromas, y Elizabeth y Pansy ignorándolas mientras se decían cosas, probablemente cursis por las miradas en sus ojos cuando se veían.

Daphne los envidió a cada uno. A Elizabeth y a Pansy por ser tan felices; a Draco y a Henry por tener un amor correspondido; y a Rachelle por estar tan bien mientras ella se estaba rompiendo por dentro.

Daphne no se sentía cómoda con ellos, no más.

Evermore || Daphne GreengrassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora