Capítulo veintiuno.

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No era mi intención caer en esto, pero caí. No era mi intención perder la cabeza de tal manera, pero la perdí. Y ya no tengo nada que decir, el amor es así.

Thomas seguía dormido con su cuerpo pegado al mío, sus labios estaban entreabiertos y su cabello estaba más desordenado de lo normal. Su pecho se expandía de vez en cuando junto con su respiración, lo cual ocasionaba que varias marcas se tensaran y que su ceño se frunciera.

-Buenos días- susurró con los ojos cerrados cuando pasé mi mano contra su mejilla.

-Buenos días- solté una tonta risa.

Definitivamente estaba perdida en uno de los más hondos misterios de la vida. Desde que experimentamos la atracción nuestra vida se basa en busca de una explicación. ¿Existe? ¿No existe? ¿Me ama? ¿Sólo es de momento? Esas son preguntas sin respuestas, preguntas que por más que insistas en ellas no tienen sentido cuando ya estás adentro.

-Me gusta estar así, Cath- pasó un brazo rodeando mi espalda.

-Podemos congelar este momento y olvidarnos de que hay otros o podemos simplemente quedarnos aquí para siempre-

-Lamentablemente no podemos- su risa traspasó a mi pecho.

-Dame una razón-

-Es lo correcto- miró al techo.

-¿Desde cuándo estamos haciendo lo correcto, Thomas?-

-Desde que me conociste, desde que te conocí; desde que nos conocimos-

-Somos tan inútiles- mis labios estaban a escasos centímetros de los suyos.

-A veces, cuando deseas algo, intentas ser mejor persona para tenerlo-

-No estamos hechos para ser buenos- le dije mientras capturaba uno de sus cabellos entre mis dedos.

-No sabemos para lo que estamos hechos- se pegó más a mí.

Yo estaba segura que lo sabía, pero no se lo confesé. Yo estaba hecha para estar con él, para construir mis noches en semejanza a esta, para compartir mis demonios, mis miedos y mis sueños. Tal vez estaba hecha para él.

-Recoge tus cosas- se sentó en la cama.

Sabía que él también estaba perdido y sabía que no teníamos idea de a qué lugar íbamos a parar.

-Te ves...- él no encontraba palabras.

-Fabulosa- estiré de su camisa que se extendía en mi piel.

-Totalmente-

Estábamos en la cocina estáticos en nuestros lugares.

-¿Qué hacemos ahora?-

-Es hora de irnos- dijo mientras tomaba de su agua.

-Esperaba que nunca fuera hora-

-Las cosas no suelen ser como queremos- levantó las cejas.

-Bueno, hora de irnos- tomé la cartera que había dejado sobre la mesa la noche anterior.

*

El vuelo estuvo calmado y el camino al centro se nos hizo prácticamente eterno, con el frío aire de invierno y con pequeños copos comenzando a caer.

-Al cruzar este arco estaremos dentro- él estaba mirando a las personas caminando.

Ignoré su comentario y acorté la distancia con el centro, a veces es mejor ir directo y sin rodeos, impactas contra la realidad pero te acostumbras con facilidad.

Adicción || EDITANDOWhere stories live. Discover now