Capítulo treinta y tres.

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Era la típica habitación de un escritor; llena de libros, papeles y borradores, cada rincón de ese lugar gritaba arte; él era arte. Pero por otro lado, estaba Ethan; con sus grandes afiches de mujeres semidesnudas y con envolturas de dulces regadas por el suelo.

-¿Qué has escrito recientemente?- le pregunté mientras hurgaba entre los papeles de su escritorio.

-La verdad, de ti- parecía tan relajado al decir eso. Y, para mí, es como si me hubiera regalado el cielo.

Cuando alguien escribe sobre ti, escribe como lo más bonito que alguna vez haya visto; se percata de cada uno de tus detalles, elimina tus comas y busca tus tildes. Cuando un escritor se enamora de alguien todas sus novelas son románticas, todo ese talento va dirigido a tu cuerpo. Y era un honor, era un honor gigantesco estar entre sus versos.

-¿Puedo leerlo?-

-Siempre está a tu riesgo, tal vez haya escrito cosas horrorosas sobre ti- lo sentí reír.

Se podría decir que su risa era un elixir para mí.

Tomé las hojas un tanto arrugadas y llenas de tachones y comencé a leer:

"Ella estaba en blanco, lo podía notar por la manera en la que miraba al fondo del pasillo; con sus ojos perdidos, su cabello un poco menos peinado que ayer y sus frágiles uñas golpeando de vez en cuando su pierna izquierda.

Ella se veía tan preciosa que no me di cuenta cuándo aquel, que por ahora era su dueño, se le acercó de tal manera que rozó sus labios..."

Su texto seguía, pero yo no quería seguir leyendo en pasado.

-¿Así que te dedicabas a observarme?- le dije traviesa, tratando de no despertar ningún punto sensible.

-Todos lo hacían, es inevitable- retiró el papel de mis manos.

Lo dejé hacer, en su pequeño mundo no había espacio para desastres.

-Me gusta como escribes- me senté en el suelo, subiendo mis pies a sus piernas y mirando al techo.

Me estaba observando, yo lo sabía. Y podría asegurar que una sonrisa escapó de sus labios; esa sonrisa orgullosa que nos sale cada vez que alguien aprecia nuestro trabajo.

-Gracias- fue algo casi inaudible.

-¿Qué se siente escribir?- comencé a sentir la necesidad de conocer esa parte tan artística de él.

El silencio duró poco tiempo, como si estuviera organizando todas las ideas en su cabeza para sacarlas al exterior.

-Escribir es mágico, Cath. Eres tú y el papel por un determinado tiempo, la tinta se corre pero tu alma no. Tus pensamientos juegan entre sí para formar ideas que ni te imaginabas que estaban en tu cabeza, los personajes cobran vida en tu alma y las frases se van marcando poco a poco en tu piel- jugó con mis pies mientras lo decía.

-Suena lindo- comenté.

-Lo es-

-Mi madre quería ser escritora, ¿Sabes?- me reí con un poco de amargura, esa amargura de los recuerdos. Siempre duele recordar.

-Debió tener mucho talento-

-No lo sé, nunca me di a la tarea de leer ninguno de sus manuscritos. Pero se veía tan feliz y entregada cuando lo hacía, que se veía como si estuviera descifrando el código del universo-

*

-Mañana necesito que entreguen sus ensayos sobre qué es una adicción- anunció David dando por terminada la sesión de hoy.

Adicción || EDITANDOWhere stories live. Discover now