Capítulo veintinueve.

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Era un tanto cliché en cuanto a palabras, amaba en un nivel exuberante a los animales y odiaba la literatura en general. Pero lo consideraba perfecto, me cautivaba la manera en que llevábamos esto, siendo uno el complemento del otro, en paz. Su mano libre buscó la mía en un intento fallido de entrelazarlas y soltó un gruñido al sentir el vacío contra su palma, tomó nuevamente sus maletas y cerró la puerta al encontrase afuera.

-Es sólo una semana- murmuró.

Moví mi cabeza de manera ascendente-descendente en un intento de asentir y seguí el camino al estacionamiento, donde todos los internados se sumergían en tres autobuses con diversas direcciones, todas a más de cien hogares donde esa noche se encontrarían las familias unidas disfrutando de su cena navideña.

Yo me quedaría aquí, en mi habitación, tal vez en la cafetería con un sándwich de pavo recalentado, me pondría un lindo atuendo navideño combinado con un gorro lleno de luces, cantaría uno que otro de los villancicos que aprendí en la escuela y me tomaría fotografías junto al árbol . Tal vez estaría sola, pero era navidad.

-Adiós- logré decir cuando se subió a su pequeño auto y se marchó en dirección contraria a los internados.

Veinte minutos después el estacionamiento se encontraba vacío, a excepción del feo gato que merodeaba por un árbol cercano.

-¿Buena vista?- la voz de Thomas llegó de imprevisto.

Entrecerré mis ojos y me dediqué a apreciar la belleza del paisaje, todo era tan bello que a veces era difícil verlo.

Me giré y me encontré a un Thomas listo para partir.

-¿Piensas irte?- le pregunté.

-¿Tú piensas quedarte?- acomodó su mochila.

Su sonrisa de lado sólo me generaba fastidio.

Asentí rodando los ojos.

-¡Qué lástima!- caminó con pasos firmes hasta la entrada rodeada de árboles y se volteó antes de perderse en ni horizonte.

Caminé entre los pasillos vacíos hasta llegar a mi habitación, donde me encontré con una nota sobre las sábanas.

"Feliz navidad

-Tu compañera de habitación."

Rodé los ojos, apreté el papel hasta volverlo una bola entre mis manos y lo lancé al cesto de basura junto al escritorio. Cerré las ventanas, cambié mi ropa a un pijama y me acosté en la suave cama mientras Morfeo se recostaba a mi lado.

*
Uno, dos, pausa, tres, cuatro y cinco golpes resonaban sobre la madera, me levanté arrastrando la sábana junto a mi cuerpo y abrí la puerta soltando un bostezo. No se encontraba más que una caja de color negro y alargada depositada en el suelo junto con una nota, las tomé percatándome de que no se encontrara nadie cerca del lugar, cerré la puerta y dejé caer la sábana a medida que encendía la luz. Primero sujeté la carta que se encontraba arrugada y doblada en seis partes, al tenerla completamente abierta logré leer.

"Siento tanto tantas cosas que todas las hojas de un cuaderno se llenarían al escribirlas, siento mundo, tal vez un universo. Pero dicen que las navidades son mágicas y, junto a ti, no tengo nada que perder si lo apuesto todo.

Posdata: estaré aquí a las veinte con treinta minutos.

-Se despide, T. "

Es inevitable sonreír al leer cosas como éstas, tan inesperadas y cautivantes.

Tomé la tapa de la caja alargada y me encontré con una fina tela de seda negra, la fui retirando de su escondite lentamente hasta mostrarme un fino vestido; era suave, alargado y con un gran escote en su espalda, parecía estar hecho a la medida para cualquier mujer en busca de su sueño. Me posicioné frente al espejo en la pared y lo dejé caer de manera que amoldara suavemente a mi cuerpo sin necesidad de traerlo puesto y lo tiré a la cama mientras rodaba los ojos.

Adicción || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora