Capítulo treinta y cuatro.

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Una adicción...una adicción es un simple escape. Cuando no quieres afrontar realidades, o cuando simplemente estás cansado de la vida, te sumerges en ese juego sucio de obsesionarte a algo. Sin querer caes de golpe, sin escapatoria. Tu adicción te va consumiendo lentamente hasta dejarte al borde del abismo, donde encuentras el amor..."

Esa pequeña hoja, ese pequeño ensayo, eso tan pequeño que marcó nuestras vidas fue dejado en el escritorio de David después de ser leído frente a nuestro grupo.

-Estuviste hermosa- murmuró Thomas a mí oído.

Eran esas pequeñas cosas las que me volvían loca. Un acto tan simple como leer un ensayo era digno de un cumplido para él.

-Gracias- le dije sintiéndome completamente hermosa.

-¿Quieres un café?- preguntó mientras me abría la puerta y me ayudaba a salir.

-Que sean dos, la tarde es larga- le sonreí.

Tomó mi mano y caminamos sin apuros hasta la cafetería.

-Buenos días- dijo John al vernos.

Él ya lo había superado todo. "No somos culpables de los daños que hacemos cuando queremos amar." fue lo último que me dijo al respecto. Estaba bien, él seguía estando tan vivo como siempre.

-Buenos días, John- dijo Thomas.

Él también estaba bien con esa especie de amistad que mantenía con John. No había rastro de celos algunos, ¿Y para qué tenerlos? Ya era suya.

-Lo de siempre- le dije.

-Por dos- Thomas me sonrió.

John sólo asintió mientras se giraba a cumplir con nuestro pedido. Movía las tazas, les pasaba un paño para asegurarse que estuvieran limpias, las olía y, por último, servía la porción exacta del líquido humeante.

Miré a Thomas y eso me bastó para sonreír. Me sentía completamente bien estando a su lado; estaban esas mariposas en el estómago, ese nudo en la garganta, la acumulación de pensamientos en mi cabeza, esa sensación de que se te va a salir el corazón, esas cosas bobas que sólo él las hace ver emocionantes.

-Dos tazas de café- anunció John mientras las dejaba sobre el mesón y cuidaba de no quemarse en el camino.

Thomas tomó las dos tazas como un caballero tomaría el cargamento de su princesa. Thomas era esa clase de novio que toda niña sueña con tener; atento, entregado, de cierta forma, perfecto.

-Cath- lo noté algo distraído al pronunciar mi nombre, como si no estuviera seguro de que fuera el correcto.

-Dime- me reí al ver su ceño fruncido.

Sé que debía estar seria, sus facciones me lo advertían. Pero era como ver a una especie de caricatura tratando de sentirse real.

-Te amo- su voz tembló un poco, no me estaba mirando.

Daba vueltas a su taza como si quisiera adivinar su futuro por medio de la borra que dejaba el café, se pasó una mano entre sus cabellos y en ese pequeño acto su boca quedó entreabierta, como queriendo que en realidad lo besara.

Asentí, creo que eso era suficiente en ese momento.

-¿Tú me amas?-

Sonreí, sonreí al ver a la persona que me parecía ser la más fuerte, volviéndose débil. Era absurdo que pensara que no lo amaba, lo hacía hasta la locura. Él era esa mezcla de todo y nada en la vida; él era todo para mí estando en la nada. Mirarlo era cautivante, pero que te mirara era obsesivo.

Adicción || EDITANDOWhere stories live. Discover now