Capítulo treinta y dos.

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Cerré los ojos un momento y sentí el cigarrillo llenar mi cuerpo.

-Deja eso- murmuré en una leve risa, tratando de no ser descubiertos.

Él me tomó por detrás y susurró en mi oído.

-Es sólo un cigarrillo-

Sus brazos parecían el refugio de mi tiempo, parándolo en seco y dejando nuestras almas al descubierto.

-Te estás matando lentamente- me solté.

-Algún día todos vamos a morir- dio una última calada encontrando la puerta.

Tres de la madrugada, un teatro con olor a pintura fresca y dos fugitivos de una noche.

-¿Qué crees que hay después?- dije mientras me subía a la tarima apenas iluminada.

-¿Después del telón?- parecía confundido.

-Después de la muerte-

-No lo sé, Cath. No es necesario saberlo- ahora se subió él también.

Comenzó a dar vueltas, como si estuviera tratando de capturar el aire que rozaba su cara cada vez que giraba.

-¿Tienes miedo?- me senté en el borde, con los pies al aire y con la mirada fija en las butacas.

-Todos le tenemos un poco de miedo a la muerte- se sentó a mi lado.

-Igual sigues fumando- en mi voz se notaba cierto reproche.

Él fumaba, yo tomaba. Le estaba reprochando su muerte mientras yo me mataba.

-Le tengo miedo a la muerte, pero más miedo me tengo a mí- buscó mi mano, pero no buscó mi mirada.

Nunca consiguió toparse con mi mano, en lugar de eso recibió un sonido sordo cuando dejé caer mi cuerpo y acostarme para ver el techo. Un sistema abovedado lleno de pinturas; habían ángeles, muchos árboles y niños. Era una obra hermosa. Sí, lo era. Pero no específicamente el techo.

-¿Ni el amor te motiva a dejar de fumar?- pregunté a la nada, sin querer obtener respuestas.

-El amor hacia ti me motiva a muchas cosas, ¿Sabes? Podría destruir todos mis cigarrillos ahora mismo y escaparme contigo hasta el fin del mundo. Podría irme a probar un lugar donde encuentre mi sueño; donde te encuentre a ti- hizo una pausa un tanto larga- Pero tengo miedo; miedo de destruirte a ti-

-Aquí me tienes- incliné mi cuerpo un poco más hacia él.

-Quiero tenerte para siempre- su voz se entrecortaba.

-Para siempre suele ser mucho tiempo. Aquí me tienes, ahora, sólo piensa en eso-

Me atrajo y me abrazó con tanta fuerza que sentí que todos sus músculos se volvían gelatina ante sus miedos. Odiaba verlo tan destruido y tan lleno de dudas, odiaba a su padre, odiaba cada una de las marcas grabadas en su piel que le recordaban lo injusta que es la vida. Entregarse de lleno a algo y terminar destruido, amar a un padre como sólo sabe amar un niño; ciegamente y esperando lo mejor.

-¿Si dejo de fumar me puedes prometer una eternidad?- preguntó de la nada.

Pensé un momento.

-Thomas, te amo más que a nada ahora, y puedo sentir tu amor también. Pero somos demasiado jóvenes para pensar en la eternidad, somos jóvenes para vivir un ahora y no ver nada más. Te amo ahora y eso debería ser necesario para no dudar-

-Siento que eres lo mejor que me ha pasado- sentí un suave beso entre mi cabello.

-Siento que todo está perfecto- tomé su mano y lo motivé a levantarnos.

Lo llevé al centro de la tarima y coloqué una mano sobre su hombro y con la otra busqué la suya. Su mirada era divertida y su sonrisa lo hacía ver como un pequeño destello de luz entre todas esas luces apagadas. De un momento a otro me transporté lejos del centro, estábamos en medio de la naturaleza, mi vestido se volaba y era de un tono pastel; allá éramos libres y no había nada más.

-¿Qué haces?- susurró cerca de mi boca.

-¿Me concedes una pieza, Nolan?- comencé a moverme lentamente, sin apuro alguno.

-No hay música, Wall- su risa resonó entre los telones.

Era tan cautivante verlo feliz.

-Tú eres la música-

Comenzamos con pasos torpes, con miradas traviesas, con un ritmo un poco obsceno, comenzando de lleno. La manera en la que nuestros cuerpos se encajaban en busca de algo más, como queriendo que la pieza fuera eterna, como queriendo dominar el mundo, o por lo menos nuestros cuerpos. Bailar con él era bailar con mis deseos, era sentir el corazón en la garganta por miedo a un paso en falso, por un toqué indebido. Amaba tanto el olor de su cuerpo, la forma en la que movía su cabello, como su mirada se tornaba un poco más oscura al verme, esa manera de encerrar el universo en una mirada, amaba sus cicatrices y sus largas pestañas. ¡Qué locura!, estaba inmersa en él.

-Quiero oír tu voz- susurré en su oído.

-Entonces toma asiento- trató de soltar su mano.

-No quiero apartarme de ti-

Me besó tan suave que dudé sentir sus labios.

-Estoy aquí, después podemos seguir- se soltó por completo.

Bajé de la tarima con miedo de caerme y me senté en la butaca más cercana apreciando todos sus movimientos. Las obras más dañadas suelen verse elegantes, así como él se veía deslizando el micrófono de una esquina al centro de todo ese teatro. Sus ojos se encontraron esporádicamente con los míos y una sonrisa apareció en su rostro, tomó el micrófono y comenzó.

"You gotta help me

I'm losing my mind

Keep setting the feeling you wanna leave this all behind

Thought we were going strong

I thought we were holding on

¿Aren't me?"

Su voz era ronca, parecía desgastarse a medida que sonaba, sus ojos se cerraban con cada nota alta y su pie izquierdo se tambaleaba en un ritmo contrario al que su voz seguía. Era hermoso, era hermoso estar enamorada de él, era algo que valía la pena y que estaba destinado a ser. Terminó viéndome con ganas de romper a llorar, y no lo culpaba, cantar despierta algunos dolores del alma.

-Si pudiera pedir un deseo, sería no apartarme de ti- lo dije en la voz más baja que pude, casi inaudible, sólo para mí.

Él salió corriendo, por todo el teatro, como queriendo espantar aquellos dolores despertados con su voz. Escuché su caída y seguidamente una risa, así que me reí con él.

-¿Qué pasó?- pregunté mientras me levantaba.

No tuve oportunidad a más preguntas, su mano llena de pintura se estrelló contra mi brazo derecho. Tenía una gran mancha de pintura en su pierna y un balde de la misma entre sus manos.

-Oh no, Nolan. Has jugado mal- me reí antes de sumergir mi mano en el balde y seguidamente pasarla por su rostro. A él le causó gracia, tanto así que probó hacer lo mismo conmigo.

Yo le di en pleno abdomen, él manchó en medio de mi cintura, yo jugué con su espalda, él salpicó en mi cabello. Así hasta quedar completamente cubiertos de pintura.

-Cath...- susurró dejando el balde a un lado y colocando un rostro completamente serio.

-Dime- tragué saliva.

-Te ves completamente hermosa-

Y yo sonreí.

Lo miré, lo miré por un largo tiempo y me dije...aquí pertenezco.

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