05.- Los príncipes azules destiñen

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

05.- Los príncipes azules destiñen

Quizás era porque estaba cansada o, quizás, porque sentía que no estaba siendo una buena amiga, pero al llegar a casa había buscado al príncipe Alí en internet. No es que fuera, precisamente, un desconocido para ella, teniendo en cuenta que Rose podía pasarse horas y horas hablando de él emocionada.

Había tantísimas páginas web dedicadas al príncipe que le dio vértigo.

«Las obras benéficas del príncipe Alí.»

«La figura del príncipe Ali.»

«Las aficiones del príncipe Alí.»

«¿Quién es el príncipe Alí?»

«Alí, un príncipe de ensueño.»

«El príncipe Alí dirige una fundación destinada a ayudar a los niños sin hogar.»

«El príncipe Alí abre una línea de perfumería.»

El dichoso príncipe Alí era la personificación de la perfección. El maldito príncipe azul de los cuentos de hadas. Era normal que a Rose le fascinase. A ella y a más de la mitad del planeta.

Juleka soltó un bufido, cerró la búsqueda sobre el príncipe que había abierto en el móvil y apoyó la frente contra el frío mármol de la barra de la cocina.

—Cariño, ¿qué estás haciendo?

«Desesperarme» pensó. Miró a su madre con el ceño fruncido.

—Mamá, ¿cómo se compite contra alguien que es perfecto?

—No hay nadie perfecto, Juleka.

—A lo mejor sólo es casi perfecto —murmuró tratando de sonar despreocupada—. Pero lo suficientemente perfecto.

—En ese caso seguro que es alguien muy aburrido. Además, tú no tienes que competir con nadie, eres fantástica tal y como eres.

—Mamá, no lo soy, no estoy a esa altura.

Anarka Couffaine la miró con seriedad, se sentó a su lado y le mesó los cabellos mientras la refugiaba en un cálido abrazo. Se sintió protegida, como si nada importase o pudiese dañarla.

—¿Hay alguien metiéndose contigo en el instituto? ¿Es eso?

—No, todo va bien en el insti.

—Si está pasando algo puedes decírmelo, cariño, hablaré con el director.

—Que no, que todo está bien.

Tal vez no había sido buena idea hablar con ella, su madre siempre se embalaba cuando creía que había alguien hiriendo a sus hijos. Sólo buscaba un pequeño consejo, no una charla sobre un acoso escolar inexistente.

—El príncipe Alí va a venir —optó por decir para cortar el tema de raíz—. Es perfecto.

—Cariño, ese príncipe Alí ni es perfecto, ni es un príncipe azul, ni te llega a la suela de los zapatos —soltó Anarka sujetando su cara entre las manos—. Los príncipes azules destiñen y, créeme, no quieres que tu ropa blanca se manche con el azul desteñido de un príncipe.

—Si no le conoces.

—He oído a Rose hablar de él tantas veces, que es casi como si fuera ese gato gordo que siempre sube a bordo para robarnos comida.

Juleka rió con el eco de los pasos de Luka al bajar las escaleras.

—No tienes de que preocuparte, cariño, ese príncipe no deslumbra a todo el mundo.

—Hola mamá, hola Juls.

La muchacha movió la cabeza a modo de saludo, él se sentó al otro lado, en el taburete vacío y analizó aquella pequeña reunión en el espacio del Liberty dedicado a las crisis emocionales. No había helado sobre la barra, eso significaba que no era una crisis de las graves y que Juleka seguía serena, al menos por el momento.

—¿De qué habláis?

—De que los príncipes azules destiñen en la lavadora.

Luka rió.

—No me vaciéis la nevera mientras no estoy, ¿de acuerdo? Tengo que ir a hablar con un hombre aburrido con traje y corbata. Hay helado en el congelador.

Luka le revolvió el pelo a Juleka con afecto. Su hermana pocas veces se abría lo suficiente para dejar entrever lo que le ocurría a nadie a parte de a él, todas las cosas desagradables que habían vivido siendo niños les habían unido tanto que se habían vuelto inseparables. Luka deseaba que, algún día, lograse dejar entrar a alguien más a su mundo y compartiese sus miedos e inseguridades, pero mientras aquello ocurría él estaría allí.

—¿Se lo has explicado a mamá?

—No.

—No te dará miedo que te rechace, ¿verdad? Porque sería absurdo.

—No, ya lo sé, pero no quiero que empiece a analizarme cuando esté cerca de Rose o de cualquier chica.

—Juls, mamá no es idiota, ya lo sabe, aunque no lo diga —declaró dándole un toquecito en el hombro—. Está esperando a que te sientas preparada para hablar de ello.

Lo suponía y era incómodo, porque le daba miedo. Tal vez porque aún no se había acabado de aceptar a sí misma, o porque le preocupaba la reacción de Rose al saberlo. No lo sabía. No estaba segura. Lo único que sabía seguro era que quería poder ser ella misma y estar tranquila.

—Luka... ojalá no le hubieras invitado a venir.

—Quiero verle con mis propios ojos —musitó, se levantó del taburete y hurgó dentro de la nevera para sacar un par de latas de refresco—. Sé que te parece que ese tal Alí es la persona ideal para Rose, pero si te soy sincero, no creo que ella le vea de ese modo.

—Si la oyeras hablar de él lo verías.

—Lo he hecho. Habla de él como Marinette lo hace de cualquier diseñador al que admira. La admiración y el amor son dos cosas muy diferentes.

—Rose no es como Marinette.

Él le sonrió, la empujó con suavidad y volvió a sentarse.

—¿Quieres decir que no es humana?

—Quiero decir que no...

En realidad, no sabía qué quería decir. Sacudió la cabeza.

—Imagínate que yo invitase a Adrien de repente al Liberty, ¿cómo te lo tomarías?

—Es vuestro amigo, no me importaría. No me siento tan inseguro como para que me moleste —declaró con calma—. Sé cómo se siente Marinette, comprendo la situación en la que se encuentra, no tendría sentido hacer un drama de ello.

»Sé que no será fácil, también que si al final no funciona o no sale bien no será culpa de ella, ni de Adrien.

—No sé cómo puedes ser tan maduro y racional con algo así —farfulló Juleka—. Yo en tu lugar estaría muerta de miedo.

—No he dicho que no tenga miedo, lo tengo, pero las cosas no siempre salen como queremos, hay que asumirlo y seguir adelante.

Juleka sabía que aquello era algo que Luka había aprendido siendo aún muy pequeño, solo en un internado. Asumir las cosas y seguir adelante. Poner la barra doble final a una partitura y arrancar con la barra inicial de una nueva. Ojalá pudiera ser más como él.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola!
Los príncipes azules no existen, que no os engañen. Intentaré no poner muchos términos musicales por aquí, los que salgan los explicaré.

Barra doble final: dos barras verticales al final del pentagrama que marcan el final de la partitura.
Barra inicial: barra vertical al inicio, se coloca justo antes de la clave y marca el inicio de la partitura.

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