18.- Rose Lavillant

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

18.- Rose Lavillant

Su primer cambio de escuela tuvo algo de dramático, porque le gustaban sus compañeros y podía ver a Luka durante el descanso. El segundo había sido esperado y deseado, por algún motivo se había convertido en el blanco de bromas y burlas, asistir a clase era un suplicio, lo odiaba con todo su ser.

De aquel primer día en el Françoise Dupont recordaba dos cosas con total claridad: el latido rápido y doloroso de su corazón y la niña rubia vestida de rosa como si fuera una tarta de fresa que la miraba con curiosidad. El pánico le había impedido pronunciar su propio nombre, la profesora la presentó con amabilidad y pidió que la acompañasen durante los primeros días hasta que se adaptase a la escuela. La niña de rosa había brincado de la silla ofreciéndose a ayudarla, la sorprendió tanto que una breve risita escapó de entre sus labios.

Desde entonces Rose Lavillant, la niña de rosa, estaba en su vida como el faro en la costa guiando a los barcos en la oscuridad.

Eran tan diferentes la una de la otra que suponía que era muy raro verlas juntas y tan unidas. Despertaban curiosidad, pero nadie se metía con ellas por eso, ni siquiera Chloé. Pero las miraban como si fueran algún tipo de atracción de feria y no le importaba, porque Rose era la persona más importante para ella.

Rose era la única persona, a parte de Luka, con quien se sentía lo suficientemente cómoda como para hablar con naturalidad y abrirse. Con Rose no necesitaba ser valiente, podía ser ella misma sin ser juzgada. No tenía que demostrar nada, no tenía que fingir ser algo ni alguien que no era. Tampoco tenía que cumplir expectativas irreales, alcanzar metas imposibles o perseguir unos sueños que no eran los suyos. Con Rose era libre.

Tomó el riesgo de permitirle colarse en su vida, de dejarla entrar en su burbuja sin miedo a que la pinchara. Y de repente Rose se esfumó, no contestaba a los mensajes, ni iba a clase, ni respondía a las llamadas; temiendo haberla asustado esperó cada noche a recibir alguna noticia, hasta que el milagro se produjo a través de la voz de la madre de Rose.

Cuando Juleka llegó al hospital junto a su madre se quedó petrificada. No sabía si Rose estaba grave, ni si su estado era bueno, tenía mucho miedo de perderla. No obstante, siguió a su madre adentro, dibujando su mejor sonrisa frente a la puerta de la habitación en la que estaba Rose. La enfermedad de Rose resultó no ser tan grave como había imaginado, pero iba a obligarla a pasar una larga temporada en aquella habitación aburrida.

Estar encerrada entre las cuatro paredes de una habitación de hospital debía de ser una tortura para alguien tan alegre y vivaz como Rose, así que Juleka se propuso alegrar aquel espacio especialmente para ella. Llevó libros, peluches, fotos divertidas que encontró en internet, fotos de sus compañeros de clase, su CD favorito y cualquier cosa de color rosa que se cruzó en su camino. Las tardes en el hospital eran entretenidas, la ponía al día, le llevaba los deberes y los apuntes y después hablaban durante un buen rato. Fueron seis largos meses hasta que a Rose le dieron el alta definitivamente.

El primer día fuera del hospital Rose le había dicho que lo pasaría con su abuela, Juleka se quedó en la cubierta del Liberty tocado el bajo. Estaba aprendiendo escalas nuevas gracias a los apuntes que le había dejado Luka durante las últimas vacaciones, tenía que aprovechar que su padre estaba fuera de la ciudad por trabajo y que no la reñiría por estar aprendiendo "algo inútil y sin futuro".

Absorta en la música se sorprendió con el tímido aplauso de Rose. Le permitió colarse en aquel rincón de su vida, compartiendo la música con ella, creando melodías con ella, llenando cualquier vacío con su alegría desbordante.

Tanta luz creaba una sombra aún más monstruosa cuando Rose no estaba con ella.

Estar en casa era como una pesadilla, sin Luka para reconfortarla, Juleka temía el momento en el que llegase la noche y su madre se fuera a trabajar, porque tendría que volver a oír a Jean decirle lo inútil y poca cosa que era. Pero ya no lloraba, dejaba que sus palabras se estrellasen contra el recuerdo de Rose diciéndole que era maravillosa, que la quería y que era su mejor amiga del mundo.

Rose era su amiga, también su salvavidas, la nota de color en las noches oscuras. La ayudaba a estar conectada al mundo, la defendía cuando alguien trataba de herirla, le daba estabilidad cuando sentía que nada valía la pena.

Rose Lavillant era el sol brillante y cálido tras una terrible tempestad.

En algún momento, entre canciones, conversaciones y risas, había dejado de ser su amiga para convertirse en la persona de la que estaba enamorada. Le daba miedo, no el amor que sentía por ella, sino la posibilidad de perderla a causa de ello. Lo silenció, trató de olvidarla, de fijarse en otra persona, pero nada funcionó. La quería tanto que tenía la sensación de que sus sentimientos se desbordaban y eran visibles para todo el mundo, le daba pavor que eso la convirtiese en un nuevo blanco de burlas.

Y, al final, tanto temer a un factor externo que dañase su relación o que hiriese a Rose, y había sido ella quien le había pisoteado el corazón sin piedad.

Lo iba a arreglar.

Siguiendo el consejo de Luka le había escrito una carta, pero la había roto porque era ridícula. Ensayó frente al espejo sintiéndose patética. Y, al final, empezó a componer una canción diferente a la que había iniciado unos días atrás. Si tenía que decirle a Rose que la quería lo haría en un idioma que le resultase más fácil, porque no estaba segura de ser capaz de decirlo en voz alta.

El sábado se acabaría su secreto para siempre.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Ya he hablado de abusos antes, la historia de Juleka con su padre no es una experiencia personal, pero sí está basada en alguien a quien conozco.
Ayer centré el capítulo en la visión de Rose sobre Juleka y hoy lo hago desde el lado contrario.

NosotrasWhere stories live. Discover now