28.- Salir del armario

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

28.- Salir del armario

Rose logró dormir. La segunda noche compartiendo cama con Juleka, desde que habían pasado de ser amigas a pareja, concilió el sueño sin grandes problemas a pesar de la película de terror. El sueño profundo y reparador le sentó tan bien que se sintió imparable, aún tenía tiempo para confesar lo suyo con Juleka.

El brazo de Juleka pasaba por encima de su cintura, relajada y confiada. Rose abrió los ojos con pereza y se quedó inmóvil, en silencio, observándola. Si el tiempo pudiera detenerse, desearía que lo hiciese en ese preciso instante para poder mirarla para siempre. Alargó los dedos y apartó con cuidado algunos mechones lisos, pero rebeldes, que habían escapado de la trenza que Juleka llevaba para dormir. Sus cabellos largos y sedosos, negros como la noche, adornados de lila como los amaneceres fríos que anunciaban un cambio de tiempo a mejor.

—Te quiero mucho, Juleka —susurró.

Rose salió de la cama, se desperezó y bostezando se dirigió a la cocina. Su madre estaba preparando el desayuno, la masa para hacer crepes estaba sobre el mármol y la crepera calentándose en el fuego. Esa era la única tradición del hogar de los Lavillant desde que había salido del hospital: las crepes recién hechas los sábados por la mañana.

—Buenos días, mami.

—Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien?

—Sí, mucho.

Su madre le sonrió con calidez.

—¿No has tenido pesadillas?

Rose disintió. Se acercó al mármol, sacó un cuchillo del cajón y se puso a trocear algunas fresas recién lavadas.

—La película no daba mucho miedo —murmuró atenta al filo y a sus dedos—. Y como a Juleka no le da miedo, supongo que hace que esté tranquila.

—Antes eras muy miedosa, ¿te acuerdas? —La mujer dejó caer la masa sobre la superficie caliente de la crepera y la extendió con maestría—. Cuando eras pequeña te daba miedo la oscuridad, el pasillo, ir al baño de noche... todo te daba miedo.

—No me acuerdo mucho.

—Y el hospital, las agujas, el olor a desinfectante... —continuó. Le dio la vuelta a la crepe y extendió crema de avellanas por la cara ya dorada—. Y ahora ya no te da miedo ninguna de esas cosas.

—Eso es porque soy mayor.

—Y porque Juleka está contigo.

Rose se limitó a asentir, era cierto que la influencia de Juleka le había otorgado valor, que cuando estaban juntas se sentía mucho más valiente y capaz; pero también había aprendido a ver las cosas de otra manera. Ya no se agobiaba pensando en lo desconocido ni en lo que podía asaltarle al doblar la esquina, se limitaba a vivir al máximo todo lo que le llegase.

—Me alegro mucho de que estéis juntas, sois una buena influencia para la otra.

—¿Qué quieres decir?

—Juleka te hace valiente, tú la animas a salir del segundo plano en el que prefiere estar. A eso me refiero.

Suponía que tenía sentido, aunque ella quería saber a qué se refería con lo de "juntas" y si lo sabría.

—Ve a despertar a Juleka o se enfriará el desayuno.

—Ya voy.

—Y vístete.

—¡Sí!

Rose regresó a su cuarto dando pasitos alegres, abrió la puerta con cuidado y volvió a cerrarla sin hacer ruido. Si la dejase, Juleka, dormiría hasta mediodía. Se tumbó a su lado y dibujó su nariz con la yema de los dedos.

—Juls.

Deslizó los dedos hacia su mejilla, resiguió su pómulo y delineó su mandíbula.

—No puedes dormir todo el día, Jukeka.

Se removió al sentir los dedos de Rose bajando por su cuello y moviéndose hacia su hombro.

—Despierta, dormilona o me comeré tu crepe.

Juleka entreabrió los ojos y frunció el ceño para mirarla desubicada.

—Buenos días. Mamá está haciendo crepes, se enfriarán si no te espabilas.

—¿Qué hora es?

—Algo más de las ocho.

—Ugh...

Los fines de semana, Juleka, solía dormir hasta tarde, pero últimamente ella se lo había impedido, se sentía un poco culpable, sin embargo, esperaba que el desayuno lo compensase.

—Vamos a vestirnos, ¿de acuerdo?

Tras algunos besos decorosos ambas se deshicieron de sus pijamas y los sustituyeron por la ropa de calle. Se dirigieron al comedor donde los dos adultos estaban acabando de poner la mesa. Se sentaron en sincronía vertiendo cacao en polvo en sus vasos de leche y cuchichearon cosas sin mucho sentido riendo divertidas.

—Con crema de avellanas y muchas fresas para Juleka.

Juleka sonrió al ver la crepe humeante y bien rellena en su plato.

—Gracias.

—De crema de avellanas, mermelada de frambuesa y nata para Rose.

—Gracias, mami.

—Y de azúcar y limón para nosotros dos.

Cuando su madre se sentó, Rose, analizó la escena. Eran cuatro igual, pero era muy diferente al ambiente del Liberty. En el Liberty no había ninguna figura paterna, el orden no existía, cada cual hacía lo que quería, pero aún y así, decidían estar juntos y enredarse en conversaciones divertidas y relajadas. En su casa se movían en orden, aunque con cierta libertad, primero las obligaciones, después el resto. El ambiente era distendido, pero no tanto como en el Liberty.

Rose observó a Juleka cortar un trozo de su crepe y mirar con fascinación como la crema de avellanas se escurría por el borde chorreando en el plato.

—Juleka y yo estamos juntas.

Juleka se olvidó de la crepe, miró a Rose sorprendida porque aquel no era su plan original y tampoco esperaba que lo soltase así tan de repente mientras desayunaban.

—Como las fresas y la crema de avellanas. No en una crepe, quiero decir que somos... —El nudo en su garganta la dejó muda, estaba a tiempo de recular y pronunciar la palabra "amigas".

—Muy bien, cariño.

—Bueno...

—Está bien, cielo. Si eres feliz está bien —añadió su padre revolviéndole el pelo—. Y ya lo sabíamos.

Juleka y Rose se miraron de reojo, al final iba a resultar que eran las únicas que no se habían dado cuenta de que sus sentimientos eran correspondidos.

—Acabaos eso y prepararemos más crepes, he preparado demasiada masa.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Hoy que es el día del orgullo tenía que sacar a Rose, oficialmente, del armario.

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