Capítulo VIII

1K 116 73
                                    

Transcurrieron varias noches desde que vio por última vez a Tomioka y Kanao, varias noches desde que lo único que veía eran esos ojos multicolor que la admira en total silencio desde el otro lado de la jaula dorada en que la estaba encerrada. Shinobu estaba confinada en un lugar apartado dentro de aquel templo en donde veneraban a Douma, sin tener contacto con nadie más que con él quien se encargaba a diario de llevarle alimentos y regalos que obviamente no tocaba. En ese punto su cuerpo estaba débil, se rehusaba siquiera a beber un poco de agua algo que a Douma le preocupaba.

ㅡ¿Aún no piensas comer nada?ㅡ. Preguntó Douma mirando la charola intacta de la mañana, pero Shinobu no respondió.

Se levantó del trono en donde se sentaba para admirar a su presa y se acercó hacia la jaula con la mirada de ella siguiendo cada uno de sus pasos.

Pensativo sus labios hicieron una mueca de tristeza mientras apoyaba su mejilla en su mano derecha.

ㅡ¿Alguno de mis regalos no te gustó?

ㅡNo necesito nada de un bastardo como túㅡ. Respondió con frialdad Shinobu.

De un segundo a otro los labios de Douma volvieron a expresar aquella afilada sonrisa de complacencia. De su abrigo sacó una cuerda atada a una llave de oro la cual introdujo en la cerradura y abrió esa puerta que impedía la escapatoria de su pequeña. El cuerpo de Shinobu se tensó al escuchar el chirrido que produjo la puerta al abrirse y desde esa gigantesca cama en donde descansaba veía como Douma finalmente se acercaba a ella hasta sentarse a su lado, pero Shinobu no retrocedió, seguía desafiándolo con su mirada.

ㅡPensé que apenas abriera esa puerta intentarías escapar de mi, sigues siendo una caja de sorpresas que no termino de descubrir.

Douma se inclinó hacia ella, tomó un mechón de su cabello y se lo llevó a sus labios mientras no perdía el contacto visual. Enseguida notó el deterioro del cuerpo de su pequeña por no comer, con ojeras oscura debajo de su mirada y una piel reseca y pálida.

ㅡSi no quieres comer de tu propia mano tendré que hacer algo al respecto, ¿No crees?

Y de forma abrupta sacando un pasador de cabello de debajo de una almohada Shinobu se abalanzó hacia Douma con las pocas fuerzas que le quedaban  quedando sobre él con su mano detenida con fuerza a escasos centímetros de su ojo por la mano de Douma.

ㅡ¿Por qué...?

ㅡ¿Shinobu?

Respondió con tranquilidad Douma sin siquiera prestarle atención a la fuerza que seguía ejerciendo ella para intentar clavar uno de los tantos obsequios que le había dado en su ojo.

ㅡ¿¡Por qué yo!?

La ira reflejada en el rostro de Shinobu causaba de alguna forma que el corazón de Douma comenzara a hablandarse, ¿Por qué ella? Era algo que también se preguntó tantas veces pues nunca pudo reemplazarla con otra mujer que estuviera dispuesta a ser de él, ni siquiera las jóvenes que se parecían, nadie tenía lo que Shinobu tenía.

ㅡPorque eres mi regalo de los dioses.

De pronto la muñeca de Shinobu fue presionada con tanta fuerza que el pasador terminó cayendo y clavandose en la cama a un costado del rostro de Douma quien enseguida se abalanzó sobre ella intercambiando finalmente los roles.

ㅡAntes de conocerte era un excéptico, nunca creí en los dioses o deidades hasta que te conocí y lo supe, quizás no lo comprendas ahora, pero lo entenderás algún día.

El tono de voz de Douma difería totalmente de su habitual comportamiento, se mantuvo totalmente serio como si jamás hubiera dicho una verdad tan absoluta en su vida. Shinobu desvió su mirada, le asqueaba todo esto, odiaba desde lo más profundo de su ser el que Douma pensara siquiera que ella había nacido para pertenecerle, pero él se lo impidió llevando su mano libre hasta su mejilla otorgándole una suave caricia con su pulgar hasta que de nuevo pudo apreciar esos bellos ojos.

ㅡSe que me odias y quizás nunca puedas perdonarme, pero creeme que todo lo que hice fue por ti y de ti depende que el leñador y la pequeña que rescataste puedan seguir con vida.

Y sin más que decirle Douma se levantó decidiendo marcharse. Él sabía mejor que nadie las debilidades de Shinobu pues había pasado gran parte de su vida en las sombras viendo como crecía día tras día siendo encantado cada vez más por su belleza y personalidad, anhelando más que nadie ser el causante de esas sonrisas, pero cuando decidió ir por ella su hermana se lo impidió tajantemente negando por completo sus sentimientos. No tenía otra opción, debía despojarla de todo lo que la ataba si quería tenerla a su lado aún si lo odiara, aún si ella intentará asesinarlo como lo hizo ahora era algo que podía perdonar.

ㅡ¡Douma!

Cuando estuvo a punto de atravesar esa jaula Shinobu se lanzó hacia el cayendo al suelo aferrándose a su ropa, era la primera vez que ella decía su nombre algo que lo regocijaba enormemente. Shinobu temblaba producto de la ira que no podía controlar, él notó eso y enseguida no pudo evitar el envolverla en sus brazos y levantarla para dejarla un vez más en la cama.

ㅡCreo que es hora de que comas algo, ¿No crees?

Douma alcanzó esa charola que había traído consigo en la mañana, sin otra opción Shinobu comenzó a comer de forma desesperada rindiéndose finalmente al grito insesante de su cuerpo pidiendo nutrientes.

Complacido él permaneció a su lado, intentó acariciar su cabello pero como si de un gato salvaje se tratase Shinobu apartó abruptamente su manos, él resignado se encogió de hombros y con una sonrisa de satisfacción la acompañó hasta que finalmente se durmió producto del agotamiento.

ㅡAlgún día podré domesticarte y cuando lo logre serás la mujer más feliz de este mundo.

🔸

Pasó otro mes completo cuando finalmente Douma la dejó salír de su cárcel. Pese a que aún era invierno agradeció enormemente el sentir una vez más la tibieza del sol contra su piel.

ㅡ¡Es un día precioso!, ¿No crees? Debo decir que te ves hermosa con ese abrigo que te regalé la otra noche.

Douma permanecía como un perro al lado de Shinobu quien se había convertido en una muñeca vestida de hermosas sedas, él la veía y la trataba de esa forma pese a su perpetua indiferencia y odio que le demostraba en cualquier oportunidad que tuviese.

De pronto ante ellos apareció un hombre joven que enseguida se reverenció ante Douma. Para Shinobu era la primera vez que veía otra persona desde que llegó a aquel templo.

ㅡMe disculpo por molestarlo Douma-Sama, pero necesito...

ㅡCreo haber sido claro cuando pedí no ser molestado cuando viniera a este lado del templo, ¿Osaste desobedecerme?

De pronto algo cambió en el rostro de Douma que ya no mostraba esa tonta sonrisa que siempre traía cuando estaba junto a Shinobu, su rostro se mostró sombrío algo que él hombre notó enseguida cuando levantó la mirada y la dirigió por breves segundos hacia Shinobu antes de volver a arrodillarse ante él.

ㅡ¡M-Me disculpo Douma-Sama!

Shinobu no sabía que hacer, el hombre bajo sus pies se encontraba temblando preso del miedo que le imponía la presencia de ese demonio.

De un momento a otro sin poder evitarlo el rostro de Shinobu fue salpicado por la sangre caliente de aquel joven que comenzó a desangrarse y retorcerse frente a ella. Douma se había inclinado para agarrarlo de su cabello y exponer su cuello el cual fue cortado de forma precisa con uno de sus abanicos, con su mirada perdida apreciando como la sangre caía sobre la nieve.

ㅡTuviste la osadía de mirarla a los ojos, este es tu castigo.

Shinobu cayó de rodillas a unos cuantos metros de Douma producto de lo que había sido testigo y sobre todo el que ese hombre ni siquiera se inmutara de ocular esa aura asesina y el regocijo que demostraba al asesinar a alguien con sus propias manos, ella se dio cuenta de eso y era la primera vez que experimentaba un terror tan profundo como el de ahora. Douma era un monstruo.

Obsesión - [El aroma de la muerte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora