ᵐᵒᶜᵒˢᵒ. [K̶a̶t̶s̶u̶d̶e̶k̶u̶] |Oᴍᴇɢᴀᴠᴇʀsᴇ|

💥[VII]💥

El deseo imprudente del momento lo llevaría por la borda, el recorrido gratificante con el hermoso aire frío pasando por su rostro sientiendo la libertad pura correr por sus venas lo segaron siendo incapaz de razonar en el futuro no tan lejano que tendría.

Touya lo hacía razonar con todas las cartas sobre la mesa, su futuro sería liberador más aún se trataba de un futuro no del presente.

Todo iba en desesperación el azabache solo le susurraba con furia intentando hacerle ver sus tontos actos de compasión.

Era un niño, quien sabe las razones por las que estaba en la calle, sus pintas desprolijas y a punto de romperse después de un presunto celo natural. Era un Omega desnivelado.

Nada podía salir de allí siendo bueno.

—Tus estupideces nos van a llevar a la muerte. — escupió al compás de sus palmas golpear la mesa vieja de madera. —¿Acaso crees que le hiciste un favor? Ese niño puede ser la mercancía de alguien y la estamos robando. — no tenía ningún pelo en la lengua para hablar de tal forma de un indefenso ser.  Por qué no mentía, la mayoría de niños omegas eran utilizados como tarjeta de crédito para gente enferma. Tan cruel e inmundo que no decir la realidad solo lo volvería cómplice de mentir como toda la ciudad. —Debes devolverlo.

Dio su sentencia y se marchó de la pequeña cocina, a la recámara que compartían dejándolo marinar en sus acciones al Omega, no sentía que había cometido un error, sentía que había salvado al menor de caer en otros brazos enfermizos, más no corroboró que el tuviera influencia ese tipo de caminos.

Aún estaba conectado a Shigaraki, mantener a un presunto Omega de mala fama podría llevarlo a ser castigado.

Pero no percibió ningún tipo de anomalía en el menor, sus ropas además de ser grandes no desprendían variedad de olores, solo uno muy intenso y protector. El menor no llevaba heridas en su blanquecina piel además de esas pecas que adornan su puro cuero dando seña de precio único. Y sentía el pecho doler a su entorno, sentía la empatía de querer abrazarlo y endulzarlo en su frescura para compensar la soledad que lo vestía con fuerza. Quería remplazar el dolor con su aroma y hacerlo sentir bienvenido a su pequeña manada, como madre con cachorro al darles la bienvenida al mundo.

Se sentía tan melancólico e ido que solo provocaba dolor en su estómago a pasos agigantados. Deseaba bañarlo con su lengua rasposa, endulzarlo con besos de caramelo y dormir en el nido que tanto había construido por años.

¿Estaba bien lo que hacía? O ¿Por lo menos lo que sentía? No lo sabía, pero tampoco intentaría encontrar respuestas.

Prefería el silencio ante todo.

Vio como su amado salió del lugar dejando su mirada vagar en el aire una vez su figura no se encontraba ya. Preguntándose si seguir su orden o solo seguir su instinto.