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Podía escuchar su corazón aún con todo el alboroto de alrededor, su temperatura aún subía al igual que su respiración se anulaba, su diminuto cuerpo aun no se acoplaba a los elevados síntomas, su cabeza era una marea que solo deseaba ser secada y ...

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Podía escuchar su corazón aún con todo el alboroto de alrededor, su temperatura aún subía al igual que su respiración se anulaba, su diminuto cuerpo aun no se acoplaba a los elevados síntomas, su cabeza era una marea que solo deseaba ser secada y el provocador de todo ello había escapado sin dejar rastro alguno.

Aún lloraba y renegaba, pedía a los aires por piedad en espera de ser escuchados,  sus ojos apenas captaban su alrededor gracias al agua de su interior salía, demostrando la soledad albergadas en todo su ser, sentía los alaridos de su alma por tener a alguien cerca alguien quien saciará ese enorme vacío que se agrandaba a cada lagrima, su pequeño cuerpo pedía por algo sentido desde que nació y no noto.

Su entrepierna se mojaba en excesividad a cada segundo involuntariamente y sus piernas no soportaban el peso de su diminuto cuerpo, todo palpitaba al ritmo del dolor que subía, sus zonas más sensibles rogaban ser tocadas, el ambiente en el que se encontraba no era de ayuda en nada, todo expresaba reconocimiento a Kacchan y su interior pedía que ese reconocimiento fuera impregnado dentro de el.

Sus padres aún estaban gritaban a las afueras de la casa desesperados, la Alpha lamentándose por bajar la dosis de su amado y su amado intentando no dejar llevarse por su dominante, con suerte había llegado el carro sin dañar a su mujer, la rubia logró empacar todo apresuradamente y correr a las afueras de la ciudad para seguridad del menor, abandonandolo en aquella enorme y vacía casa.

Los Alphas Dominantes podían ser un completo descontrol.

Masaru lo sabía y aún así vivió consciente de ello estos diez años con aquel que llamó hijo hace un día, los supresores que dejó al nacer sus hijos de sangre los tuvo que volver a ingerir una vez que se presento el capricho de su amada, su tercer ángel, aquel que lo llamaba padre con una hermosa sonrisa era su detonante.

Los ángeles suelen ser demasiado tentadores.

Las veces que tuvo que mantenerse encerrado en su despacho perdiendo su insignificante tiempo sin sus hijos por no sucumbir a la lujuria fueron millones, sentir como la alegría debía de suprimirla para mantener una sonrisa en su encantadora familia era doloroso, todas las comidas frente a ese niño que desprendía feromonas y no para el le dolía.

El mundo nunca será justo, no con los buenos.

Lo supo en el momento en el que la conoció a ella, a Tsuyu Asui, una hermosa mujer jardinera, maestra de sus niños. La beta que le enseñó que había más allá de los instintos primitivos de su animal, aquella que le hizo entender que él decidiría siempre por encima de aquella bestia interna. Que aun si el omega al que llama hijo todos los días clamara por el, por su nudo, no sucumbiria a la lujuria de su dulzura, pensaría con la cabeza antes que con el pantalón y protegerá al que su persona demandaba como hijo, aun si su Alpha lo viera solo como presa y lo negara, después de todo es el hijo de la mujer que alguna vez amó con verdadero corazón.

ᵐᵒᶜᵒˢᵒ. [K̶a̶t̶s̶u̶d̶e̶k̶u̶] |Oᴍᴇɢᴀᴠᴇʀsᴇ|Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon