CAPÍTULO 9

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Abez-This:

Demonios surgidos de los volcanes de Tara. Forma normalmente humana, se transforman a voluntad. Vivían en comunas cerca de volcanes y tierras áridas dando origen a las primeras civilizaciones mágicas en Tara como los Amona'q. Enemigos primigenios de éstos, firmaron un pacto de paz con ellos después la llegada a nuestra dimensión, pero su mezcla con éstos está muy mal visto.

Puntos fuertes: Con el fuego como elemento, estas criaturas escamosas pueden controlarlo a voluntad. Dominan la telepatía.

Puntos débiles: El fuego fatuo de la Uidhe y las aguas de los Amona'q.

Características especiales: cuando se transforman la piel se llena de escamas rojas y una cola en forma de látigo junto con dos cuernecillos en la cabeza, con el cabello color carbón y los ojos completamente negros.

***


<<Corrí lo más rápido que pude hasta alcanzar las escaleras que iban al primer piso y los bajé de cuatro en cuatro (cosa que no permití que me sorprendiera por el momento). Robinson, a quien vi a lo lejos ordenar despreocupadamente unos papeles, se levantó del escritorio e invocó la puerta que daba acceso al despacho de Williams. Sorprendentemente, para cuando llegué ya estaba la entrada abierta para mí.

―Gracias. ―Sin mirarme siquiera ya sabía que iba hacia allí. Era increíble.

No esperé a una respuesta y entré.

Williams estaba de pie tras el escritorio ojeando un tomo antiguo, seguramente uno de los que cogió de Tara Virtual.

Alzó la cabeza y me miró con un brillo en los ojos de genuino interés.

― ¿Ha predicho algo, Lara?

Yo era la que tenía las visiones, pero ellas (Robinson y Williams) se anticipaban a todo lo que les ocurría a su alrededor.

Me permití unos segundos para recuperar el aliento, pero me di cuenta de que la carrera que me había tomado llegar hasta allí no me había afectado en absoluto.

―Pues venía hacia su despacho y hablaba con usted cuando los refugiados gritaron "alerta roja".

Su expresión cambió de interés a preocupación. Separó los labios para hablar pero un alarido inhumano se hizo eco en el castillo.

― ¡ALERTA ROJA!

Pasos de múltiples personas resonaron entre las paredes del despacho y una sirena estridente los eclipsó en segundos.

Williams, con los ojos desmesuradamente abiertos, miró detrás de mí. >>

Abrí los ojos de par en par. A pesar de la penumbra que invadía la habitación, la vista se adaptó a ella perfectamente. Me quité la sábana de encima, me incorporé y me senté en el colchón con los pies sobre la moqueta.

Exhalé profundamente para quitarme el mal cuerpo que me había dejado el sueño. ¿O había sido una visión?

Sin darle muchas vueltas, cogí el móvil y miré la hora. Eran las ocho de la tarde. ¿Habría alguien despierto ya?

Miré al frente y vi que Sejmet aún dormía plácidamente con el antifaz puesto.

Entre las cortinas que cubrían la ventana se colaban los últimos rayos del atardecer e incidían sobre las micropartículas del aire haciéndolas brillar con sutileza. Con la calidez de su aspecto discernió la temperatura de la habitación, que acababa de bajar unos grados de golpe. Un escalofrío recorrió mi espalda por ello.

Al Anochecer: La diosa y el mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora