CAPÍTULO 18

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Guarda-almas

Parte de un cristal creado por la Uidhe que contiene parte de su poder residual. Algunos de estos trozos fueron atesorados por gente cercana a la Diosa aprovechando lo que quedaba de su magia para invocar portales, albergar la naturaleza salvaje de un cambiante (cuando aún no tiene fuerza para controlarla) o para saber en qué plano temporal se encuentran.

***


Me había levantado muy tarde y no sabía por qué. Supuse que el día anterior fue bastante castigador y lo pagué con el sueño. Sejmet me tuvo que despertar porque ya eran las cuatro de la madrugada y todavía no había ido a hablar con la directora...

Tal cual me vestí, me presenté en su despacho... Y ahí estaba yo, yendo a por un café bien cargado a la cafetería para sobrellevar la migraña incipiente post-discurso.

Salí otra vez al salón que tanto me recordaba a un tablero de ajedrez gigante. En ese momento los refugiados estaban corriendo de un lado a otro como condenados preparando los decorativos del baile. Habían puesto por arte de magia candiles de latón flotantes por todo el techo junto con unas cintas de terciopelo rojo que las conectaban. Hasta habían colocado mesas al lado de la pared que daba al comedor, seguramente para poner comida, decorada con manteles elegantes de color hueso y burdeos. La verdad, parecía que sólo le quedaban los últimos retoques. Vi en un rincón junto a las vitrinas que daban al jardín trasero una tarima con un montón de sillas con micrófonos y soportes para partituras. ¿De verdad iba a haber una orquesta?

Williams había pasado de celebrar un Baile para conmemorar la aparición del Uidhe a convertirlo en un campo de batalla estratégico. Le había planteado posponer el evento a otro día durante la reunión. Total, no había prisa.

Resultó que sí lo había hecho. Esto era sólo una pantomima para tenderles la trampa a ellos: escoltas, puntos estratégicos cubiertos por cazadores, hechizos de protección...

―Lo más seguro es que intenten raptarla con un hechizo de tele-transporte si llegan a alcanzarla, así que le pondré este escudo para evitarlo. ―Había dicho Williams antes de envolverme de gestos con las manos y chispas azules.

Lo único que tenía que hacer era comportarme como si no pasara nada. Probarme el vestido, arreglarme y ser escoltada por Fredy como había ideado ella.

El plan no era tan simple como eso: se componía de muchas más cosas. Pero tal y cómo lo entendí, había más partes que no las tenía que ejecutar yo, por eso mismo no se molestó en explicarlas. Era demasiado elaborado como para una simple conversación informativa. Lo que sí sabía era que me daba pena ver cómo estaba tomando forma la decoración y no se iba a apreciar como merecía... Hasta habían invitado a las directoras y a gente importante de otros refugios, ya más como refuerzo que como por cortesía.

Me deleité con el calor del brebaje milagroso en mis manos y me encaminé sorteando a los chicos de los preparativos hacia las escaleras del primer piso.

― ¡Lara! ¡Espera! ―Me llamó una voz conocida por detrás.

Me giré y vi a los pies de los escalones a Alec con una caja grande envuelta en un lazo de seda y una sonrisa en los labios. Aquella melaza que tanto me atraía brillaba con satisfacción cuando me encontró. Las luces flotantes acariciaron con delicadeza sus cabellos castaños y dibujaron su silueta a contraluz dándole un aspecto divino.

Subió las escaleras de tres en tres y me empujó con el envoltorio en dirección a las habitaciones.

―Vamos a tu habitación, corre. ―Dijo impaciente.

Al Anochecer: La diosa y el mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora