CAPÍTULO 20

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Tara

Dimensión paralela a la nuestra y origen de los seres mágicos. La región principal, Tara, tenía tres ciudades principales: Bale, Creathail y Breith, nombres con los que bautizaron más tarde los refugios en la Tierra.

Hace casi cuatro mil años, durante la Gran Guerra disputada entre el bando de la Uidhe y los traidores, una gran explosión rompió la barrera que separa las dos dimensiones. Desde entonces, la membrana está destruida y no soporta la existencia de la magia en su interior durante más de media hora.

***


Qué bien me sentía. Prácticamente mi cuerpo flotaba en un mar de tranquilidad. Las extremidades no notaban su propio peso y algo me rodeaba manteniendo mi cuerpo caliente. Sólo el canto de unas aves nocturnas a través de unas ventanas que había cerca rompía el absoluto silencio. Abrí los ojos con una sonrisa involuntaria.

Tenía la cabeza semi enterrada en almohadas blancas. Bajo las mantas de franela que me cubrían, vestía un pijama de mi talla compuesto por un jersey negro y un pantalón rojo a cuadros.

Miré a mi alrededor. Estaba en una camilla de una sala enorme y azul, con vitrales sobre el cabezal donde estaba tumbada.

Un chico joven, probablemente en medio de sus veinte, estaba sentado en una silla a mi izquierda. Vestido con un jersey gris que dejaba asomar sus clavículas por la costura del cuello y unos tejanos negros ajustados a sus musculosas piernas, permanecía con los codos apoyados sobre sus rodillas. Su rostro de alabastro parecía estar esculpido en mármol por los mejores artesanos. Su nariz recta envuelta en perfectos pómulos pronunciados acompañaba a unos labios carnosos y sensuales. Su cabello castaño ligeramente desaliñado enmarcaba unos ojos almendrados del color de la más exquisita miel, brillantes de anhelo.

Tanta belleza en un solo rostro provocó un vuelco en mi corazón. ¿Un ser humano podía ser tan bello? ¿O acaso yo había muerto y él era un ángel?

Parpadeé varias veces para aclarar mi visión y cerciorarme de que fuera real y me llevé las manos a la cara para restregarme los ojos.

Al verme despertar dibujó una gran sonrisa en su cara.

<<Qué bonita. >> Con solo verla un cosquilleo me recorrió todo el cuerpo. Una sensación de familiaridad me invadió. ¿Quién era?

<< ¿Conozco a este chico? Imposible. Me acordaría de haber visto a alguien tan guapo. >>Pensé.

― ¡Rose! ¡Lara ya ha despertado! ―Exclamó con alegría.

¿Lara?

<< ¿Me llamaba Lara? ¿Y quién es esa tal Rose?>>Pensé confusa. Una migraña amenazó con torturarme y cerré los ojos para amortiguarla.

Era bajita y menuda, con una melena rizada de tonos cobrizos. Llevaba una falda hasta las rodillas azul claro decorada con un delantal, una camisa corta a juego y unas deportivas blancas. Sus ojos esmeraldas se fijaron en mí con sorpresa para luego mirar al chico.

Aquella personificación de una estatua de piedra fue hacia la puerta para hablar con ella cuando una brisa fría recorrió mi camilla.

Inconscientemente escondí las manos bajo las mantas para resguardarlas de la corriente.

Otro chico de una edad similar se apareció a mis pies, pero con una diferencia. Su cuerpo, vestido en cuero negro y jersey blanco, era translúcido. Con su cabello oscuro peinado en una cresta y unas praderas infinitas sobre una sonrisa familiar me miró a los ojos.

Al Anochecer: La diosa y el mestizoWhere stories live. Discover now