13. Bebé

977 79 411
                                    

Jamás en mi vida me había imaginado que alguna vez estaría en un mercado con Harry Styles.

Aunque le había insistido que yo podía ir a comprar sola antes de salir de casa, el ojiverde se esmeró en joderme la paciencia y no dejarme en paz hasta que acepte que lo lleve conmigo. Así que después de un no tan desarrollado plan, Harry se colocó unos lentes, un gorro, una bandana que le cubría la boca y la nariz y se vistió con unos jeans y un suéter delgado que tapaba sus tatuajes, y ambos partimos en un taxi al mercado más cercano.

Hasta ahora nadie ni siquiera había volteado a verlo, y cómo no, si estaba cubierto de pies a cabeza. Aunque muerto del calor, sudando y quejándose cada cinco minutos. Ey, yo se lo advertí, pero él quiso venir de todas formas. Ahora se aguanta.

—¿Y si compramos un cangrejo para hacer sopa? —propuso.

Le di una mirada de lado con mi entrecejo fruncido. Ambos caminábamos metiéndonos entre la gente y los puestos de comida. El lugar estaba reventando de calor y gritos de las personas.

—No me gusta el cangrejo y definitivamente no sé hacer sopa de cangrejo —Excusé.

Harry gruñó volviendo a acomodar las bolsas de pescado y verduras colgando de sus manos. Lo notaba fastidiado y era obvio y comprensible por la situación.

—Estoy apunto de quitarme esta mierda y mandar a todos a la mierda porque estoy hasta la mierda con el calor —masculló sacudiendo sus hombros, molesto por el suéter.

Aguanté mi risa burlona en mi garganta. Escucharme reír solo lo pondría de peor humor.

—No sé por qué pensaste que venir vestido así sería un buen plan.

—Bueno, en tu fanfic, cuando Chloe y Harry quisieron salir al centro comercial, Harry se disfrazó con traje y lentes oscuros pretendiendo ser ciego para que así Chloe pueda tomar su brazo y caminar juntos sin separarse y que ninguna fan los vea —él escupió.

Era astuto.

—Sí, pero en la fanfic tenían aire acondicionado y era un centro comercial amplio —objeté—. Nosotros estamos en una isla, en el centro del averno, rodeados de cientos de personas igual de malhumoradas que tú por el calor.

Sin dejar que Styles pueda protestar, tiré de su brazo al puesto a mi izquierda. Era de fruta y solo había una señora comprando, por lo que tendríamos espacio. El caballero atendiendo detrás de sus cajas y cestos de frutas coloridas y seguramente dulces y deliciosas, nos observaba atento, advirtiendo que le compraríamos sus productos.

—Hola, quisiera dos kilos de fresas, manzana, bananas, uvas, naranjas, peras... —nombré, hasta que Harry me interrumpió.

—Ey, ¿planeas comprar todo el puesto?

—No es problema en absoluto, señorita —el hombre se interpuso con una risita.

—Mangos, kiwis, tres piñas, cuatro sandías... —seguí seleccionado y apuntando hacia las frutas— ¿tiene granadas?

Harry resopló.

—¿Ves que sí necesitabas manos extras?

Mientras el señor muy animado pesaba y empacaba mi gran pedido, me giré a ver a Harry. Sus ondas empapadas pegadas a su frente llena de sudor y su ceño fruncido lo hacía ver como un viejo amargado, y aunque en mi cabeza eso sonara jodidamente gracioso, no me arriesgaría a irritarlo más.

—¿Quieres que practiquemos "Woman" hoy? —propuse.

—¿La del pato?

—Esa —sonreí ya que se acordó sobre mi chiste de hace unos días: "Parece que te metiste al estudio con un pato al grabar esa canción".

LoveFiction Where stories live. Discover now