17. Una Cita 2/2

833 78 161
                                    


¿Mintiendo? Es decir, ¿cómo Jeff podría haberse enterado? ¿Cómo sabía él que Harry no recordaba nada? Si el ojiverde no habla con nadie más que con su mamá y sus conversaciones se limitaban a un máximo de cinco minutos al día.

—Prometo contarte todo cuando vaya a San Francisco. Estaré ahí. —Harry continuó—. No, no llevaré a Trixie, déjala de lado... —Hubo un largo silencio—. Sí, engañé a Camille con ella, pero no significa nada para mí. Amo a Camille, fue una cagada mía. Estoy mejor por mi cuenta, Jeff. Trixie es solo mientras estoy en Jamaica. Ya sabes qué dicen, "lo que pasa en Jamaica..." —rió con complicidad.

Sentí un nudo en el estómago. ¿Decía él eso solo porque hablaba con Jeff o lo decía de verdad? ¿Era así como se sentía respecto a mí o solo estaba fingiendo porque hablaba con su mánager?

—Voy a salir con ella, así que te dejo. —Oí sus pisadas acercarse a la puerta—. Sí, sí, "cuidado" es mi segundo nombre, amigo. No te preocupes.

Retrocedí sobre mis pies unos metros pretendiendo que recién avanzaba a su habitación cuando él abrió su puerta. Puse mi mejor cara de sorpresa cuando me vio a la mitad del pasillo.

—¿Venías a buscarme? ¿Tanto me extrañaste? —bromeó.

Le di una chequeada de arriba a abajo. Lucía una camisa azul hawaiana y unos jeans negros con las rodillas rotas.

—No puedo vivir sin ti —concedí media verdad.

Su sonrisa se ensanchó a la vez que sus ojos me recorrían.

—Me gusta tu look —dijo—, y creo que es la primera vez que te veo maquillada.

—¿Del uno al diez qué tan payasa me veo?

Él rio.

—Eres una directioner, así que un diez, querida —molestó—. Te ves hermosa.

Le sonreí como agradecimiento.

—¿Vamos?

Ambos bajamos al primer piso sin separar los labios. Guardé mi celular en el bolsillo de mi pantalón y también algo de efectivo. Harry hizo lo mismo mientras abría la puerta de su casa. Salimos en dirección afuera de su residencia. Esperamos unos minutos por un taxi y luego nos subimos en él. Harry lucía relajado. Yo, en cambio, estaba tensa y ansiosa de lo que podría pasar si es que alguien le tomase fotos a Harry y las publicase.

Llegamos a la plaza del centro. Un pequeño parque con bancas y estatuas que decoraba, si vale decir, el centro alrededor de una estación de policía y notaría del pueblo. No había mucha gente y la mayoría parecían momentos familiares entre abuelos y niños jugando.

—Relájate —Harry me dijo cuando nos bajamos del taxi—. Vamos por un helado.

Se me hizo imposible no mirar a mi alrededor como una turista más y también como una psicópata pensando que alguien nos seguía. Harry se colocó sus lentes negros debido a los rayos del sol atardeciendo y aquello me trajo un poquito de tranquilidad.

—¿Te gusta el helado en paletas? Ese señor vende unos buenísimos. Debes probar el de mango —me indicó señalando en la esquina del parque un caballero sentado en una de las bancas con su carretilla de helados.

En cualquier otro momento hubiera aceptado sin dudar, y lo hice en los primeros segundos, pero luego de repetir sus palabras en mi cabeza, mi ceño se frunció y me volví a mirarlo: ¿Cómo sabía él que aquellos helados eran buenísimos?

—¿Tú cuál vas a elegir? —inquirí.

Harry no respondió al instante. No supe si se estaba tardando porque pensaba cuidadosamente qué contestarme o porque se acababa de dar cuenta de la gran metida de pata que se había mandado él solito.

LoveFiction Donde viven las historias. Descúbrelo ahora