CAPITULO XIX □ "Bestia"

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"Bestia"

Cristián Fox.

Abrí lentamente los ojos, mi vista estaba un poco nublada, mi cabeza palpitaba de dolor y sentía mis extremidades ser aprisionadas. Luego de unos segundo pude ver todo con calidad, estaba en mi habitación. Intenté levantarme pero no pude mover los brazos. Bajé un poco la vista y bufé. Las cadenas envolvían mi torso, brazos, y piernas. Impedían que pudiera moverme y me mantenían atado a la cama de habitación. Además un líquido carmesí brotó de mi cabeza y manchó mis costosas almohadas. El olor a mi sangre impregnaba mis fosas nasales.

- Despertaste-Dijo una voz conocida. Seguí el sonido y me encontré a Joseph con una sonrisa tierna, estaba sentado en la esquina de la habitación. Lo suficientemente lejos como para no resultar herido.

- No, sigo dormido- Dije con sarcasmo- Y te pateare el trasero en dormido si no me quitas las malditas cadenas, ya.

Su expresión no cambió, ya estaba acostumbrado a mis tratos. Soltó un suspiró y sacó un manojo de llaves del bolsillo de sus pantalones .

- Di las palabras.

- ¿Tenía que haberte asfixiado cuando eras bebe y tuve la oportunidad?- Volví a tirar de las cadenas que envolvían mi cuerpo, esto me desesperaba y las punzadas de dolor en mi cabeza no ayudaban.

Joseph se cruzó de brazos en protesta. Odiaba cuándo se ponía de esta forma, parecía un crío caprichoso y me hacía reconsiderar mi decisión de no haberlo asfixiando con un pañal cuándo éramos bebés y compartíamos cuna.

- Desátame.

- No hasta que lo digas.

- Te detesto- Dije entre dientes y él sonrió complacido porque ganó. - Por... favor.

- Por favor, ¿qué? - Preguntó en tono burlón y mi paciencia se fue por el caño.

- ¡Te voy a ahogar en la piscina si no me sueltas! - Comencé a retorcerme y el ruido de la cadena empeoro mi dolor de cabeza.

- Me alegra que regresarás, hermano.

[...]

Tomé unos sedantes que tenía guardado en el gigantesco armario de las medicinas. Tenía un hijo que vivía con las defensas bajas, que perdía demasiado rápido la energía y que sufría problemas en el corazón. También tenía otros tres que jugaban prácticamente a golpearse en la cabeza con palas, siempre tenía medicinas para emergencias. Aparte, ¿Qué clase de doctor sería si no contara con una gran cantidad de drogas, pastillas y mi propio laboratorio? Uno muy malo, de aseguró.

No llegué a ejercer la medicina en un hospital porque sinceramente me valía ayudar a los demás, elegí aquella carrera por las cosas que me permitía y por una necesidad propia y egoísta. Quería ser el genio que descubriera las incontables curas de enfermedades raras, no para ayudar a los demás, solo para demostrar que como siempre, yo era el mejor. Y si me sobraba tiempo crear algunas para mi propia necesidad. Pero mi tiempo fue detenido cuando el menor de mis hijos, Jordán, presentó su condición. Jordán no detuvo mi carrera, al contrario, me impulsó a esforzarme aún más para poder mantenerlo con vida, era mi deber ya que lo que él sufría era culpa de Joseph y mía.

Quería a todos mis hijos, de verdad los quería, pero con Jordán era diferente y aceptaba que aquello estaba mal, "un padre jamás debe amar en diferentes cantidades a sus hijos", pero me resultaba imposible no interesarme más por su vida, actividades y que mi felicidad sea mayor por sus logros. De alguna forma Jordán me entendía y viceversa. No era preocupación por su enfermedad o miedo a perderle, desde antes de que Jordán enfermara sabía que él estaba al mismo nivel que yo.

Los Secretos De La Familia Fox- EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora